Epílogo 2 (tankobon)
Nota: tankobon es un libro de tapa dura.
Al leer esta página en particular de la historia ahora mismo, ¿qué tipo de escena se está desarrollando a tu alrededor?
¿Qué está pasando con las guerras, con la hambruna, con el mundo? ¿Todavía continúa la matanza? ¿Todavía se desborda el odio? ¿Todavía se rebosa la desesperación?
¿Crees en la palabra «esperanza»? Siempre he querido creer en ella: que se podría reparar el mundo, que la gente podría dejar de lado sus armas. Algún día.
Escribir historias para los jóvenes no es nada más que contar un cuento de esperanza porque no debe haber nada que nazca de la desesperación.
Así fue como me he sentido hasta ahora; obediente a esa creencia, he estado tejiendo historias que hablan de esperanza, aunque displicentemente.
"No sabes nada. No sabes lo que es pasar hambre, temblar en el frío, gemir por una lesión que ha supurado porque se ha quedado sin tratar durante demasiado tiempo; no sabes el sufrimiento que sigue cuando esa lesión se infesta de larvas, y comienzas a pudrirte vivo; no sabes lo que se siente al ver morir a alguien delante de ti, mientras que no hay nada que puedas hacer para ayudarlo. No sabes ni una sola cosa. Solo ensartas palabras bonitas".
"Solo estás buscando una ruta de escape. Estás buscando una manera de evitar lastimarte".
"Las palabras no son cosas que se pueden lanzar con indiferencia. No puedes dejarte obligar a decir algo y simplemente tolerarlo. Pero no sabes eso. Por eso, no voy a confiar en ti".
Las numerosas palabras duras que Nezumi le lanzó a Shion también fueron cuchillas que me lanzaron, y agujas que me apuñalaron el cuerpo.
Sí: siento que he vivido hasta ahora sin saber nada, tampoco sin tratar de saber. No padezco dolencias; nunca tengo que preocuparme por la comida para mañana; vivo la vida sin tener que temer ni un poco que me golpeen minas terrestres ni bombas de cohetes. Me encanta mi vida algo aburrida pero pacífica. Y eso está bien en sí. Sin embargo, cuando pelé un poco de esa vida pacífica, no podía pasar sin ver que en realidad estaba muy estrechamente conectado a las tierras extranjeras que parecían tan lejanas, a la guerra y la hambruna que sufría la gente en esas tierras.
Los individuos siempre conectan a su nación, y la nación siempre conecta al resto del mundo. Es imposible separarlos. Y de eso por fin me di cuenta.
Por eso quise escribir esta historia, cueste lo que cueste. Junto con un cierto chico llamado Shion, quise estirar el brazo y tocar el mundo. Quise escribir sobre un alma joven y torpe que se abre el cuerpo físico y que entiende el mundo mediante el dolor y la alegría que sintió a lo largo de ella.
Sin embargo, para ser honesta, hubo varias veces, mientras escribía, en las que pensé que nunca sería capaz de ser como Shion. No podía enfrentarme al mundo tan honestamente como él. No podía anhelar a otra persona tan seriamente. No podía tejer las palabras tan honradamente. Y tengo miedo de que me lastimen. Siempre se me ocurrían excusas convenientes para mí misma. No podía implorar como él podía.
En este momento de haber redactado esta historia, por alguna razón, me siento algo más cercano a la derrota en lugar de la satisfacción.
Discúlpame, aquí voy de nuevo con quejarme. Los más vacilantes en su postura son los que más hablan y que más se quejan.
Bueno, todavía se desarrolla la historia. Espero sinceramente que puedan disfrutarla mientras Shion y Nezumi viven, se mueven y tejen su historia en existencia.
No tengo ni idea de lo que les va a pasar a estos dos tampoco.
No guardo silencio a propósito: en serio no puedo predecir lo que pasará.
Aun así, esto es cierto: sé que no quiero dejar a Shion como idealista que es fanfarrón; y no quiero convertir a Nezumi en terrorista de puro odio. No me gustaría que eso sucediera, pase lo que pase. Entonces, ¿qué tengo que hacer para que no suceda? ¿Qué se necesita para que sobrevivan, para que eviten «convertirse en enemigos», como dijo una vez Nezumi? Sé que debo pensar en esto con una mirada fija no en la fantasía, sino en la realidad. Y se debe significar enfocar el foco en la fealdad del estado-nación, la flaqueza de los seres humanos, mi propia torpeza y en nunca desviar esa mirada.
Y por supuesto, en última instancia, quiero contar un cuento de esperanza: no displicentemente, con una sonrisa agradable en mi cara, usando palabras flojas y sosas que simplemente son agradables al oído. Quiero hablar con las palabras en las que me he invertido —las puedo mascullar, por si sirve de algo—, pero quiero hablar de la esperanza, del tipo que he agarrado en mis propias manos. Quiero convertirme en esa especie de escritora.
No tengo la confianza de que tendré éxito. Ya sé muy bien lo inepta e incapaz que soy. Sin embargo, a mí me parece que todavía no hay otro remedio que seguir peleando junto a estos jóvenes.
Dedico mi gratitud sincera y tener en admiración máxima al Sr. Yamakage Yoshikatsu del Departamento de edición de Kodansha, pero al mismo tiempo quiero quejarme con él: "Es agotador, este trabajo". Aun así, sé que él posiblemente —no, definitivamente— respondería con: "Estás siendo indulgente. Eres profesional. Al menos asegúrate de no dejar que Nezumi y Shion se burlen de ti. Vamos, cambia de actitud".
Pues, hemos llegado al final. Mi gratitud a las siguientes personas (sin quejas esta vez): el Sr. Kageyama Toru, por crear el mundo de Núm 6. más de manera realista, más fantásticamente, que cualquier cosa que mi imaginación hubiera sido capaz de crear; y el Sr. Kitamura Takashi, por darle a Núm. 6 su brillo y sombra únicos mediante las fotos. Gracias.
Febrero de 2004,
Asano Atsuko
No hay comentarios:
Publicar un comentario