domingo, 17 de noviembre de 2024

[Novela] Núm. 6—Capítulo 1, Parte I

Capítulo 1: 
Nezumi, Empapado

Nezumi estaba en un túnel. En la oscuridad, tomó un aliento silencioso. El aire olía a húmeda tierra débilmente. Avanzaba con despacio y con mucho cuidado. El túnel era pequeño, pero era lo suficientemente grande como para que Nezumi se apretara, y estaba oscuro, en el que la luz no se veía por ninguna parte, que le calmaba el alma. Le gustaban los espacios oscuros y pequeños, y en estos espacios, ningún ser vivo podía venir y capturarlo. Alivio y tranquilidad momentáneos. Había un dolor sordo por la herida en su hombro, pero no era suficiente para preocuparle; el problema, más bien, era la cantidad de sangre que había perdido. No era una herida profunda; solo le había raspado un poco del hombro. A esta hora, la sangre debería haber comenzado a coagular y a cerrar la herida abierta. Aun así, la herida seguía... Sintió una sensación cálida y resbaladiza. Seguía sangrando. 

“Anticoagulante. Habían cubierto la bala con ello”, pensó. 

Nezumi se mordió el labio. Quería algo con lo que detener la hemorragia, como trombina¹ o sal de aluminio. No, ni siquiera eso. Como mínimo, el agua limpia para lavarse la herida. 

Se le doblaron las piernas y el vértigo se apoderó de él. 

“Nada bueno”.

Desmayarse por la falta de sangre, tal vez. Si fuera así, eso sería malo. Pronto, no sería capaz de moverse en absoluto. 

“Pero quizás no me importaría”.

Oyó una voz dentro de él. 

Tal vez no sería tan malo acurrucarse, sin poder moverse, envuelto en la húmeda oscuridad. Se quedaría dormido, un largo sueño... y una muerte pacífica. No dolería, no mucho. Puede sentir un poco frío. 

No, eso sería tomárselo demasiado a la ligera. Su presión arterial se desplomaría, tendría dificultad para respirar, se le paralizarían las extremidades... por supuesto que no sería indoloro. 

“Quiero dormir”.

Estaba cansado. Tenía frío. Estaba sufriendo. Sin poder moverse. Solo tenía que sufrir por un ratito, se dijo. Quédate quieto en vez de luchar infructuosamente. Puede que haya gente persiguiéndolo, pero nadie que lo rescate. Entonces, simplemente debería poner fin a vivir. Acurrucarse aquí y solo acostarse. Solo rendirse. 

Sus pies siguieron adelante y sus manos se deslizaron a lo largo de las paredes. Nezumi dio una sonrisa forzada. Su voz le decía que se rindiera, pero su cuerpo aún continuaba tercamente. Qué problemático era todo. 

“Queda una hora. No, treinta minutos”.

Treinta minutos eran el tiempo límite para cualquier libre circulación que tuviera; en ese tiempo, necesitaba detener su hemorragia y conseguir un lugar para descansar: los requisitos básicos para seguir viviendo. 

Había movimiento en el aire y la oscuridad ante él se estaba volviendo poco a poco más brillante. Dio cada paso meticulosamente. Salió de su túnel lateral oscuro y estrecho a un área más amplia rodeada de paredes de hormigón blanco. Nezumi sabía que esto era parte de un túnel de alcantarillado que había estado en uso hasta hace diez y tantos años, los finales del siglo XX. Contrario al suelo por encima, las instalaciones subterráneas de Núm. 6 no se mantenían muy bien. Gran parte de ellas se habían dejado en el mismo estado en que estaban en el siglo pasado. Este túnel de alcantarillado era uno más de ellos, abandonado y olvidado. Nezumi no podía haber pedido un mejor ambiente. Cerró los ojos y visualizó el mapa de Núm. 6 que hubo extraído de la computadora. 

Había una buena probabilidad de que esta era la ruta abandonada K0210. Si lo fuera, entonces debería extenderse cerca del área residencial de ingresos altos llamada Chronos. Por supuesto, también podría muy bien conducir a un callejón sin salida. Pero si había decidido vivir, entonces seguir adelante era su única opción. Nezumi, en su estado actual, no tenía más remedio ni tiempo para deliberar. 

El aire cambió de dirección. No era la humedad viciada de antes, sino aire fresco que lleva mucha humedad. Recordó que estaba lloviendo duro por encima. Este pasaje definitivamente estaba conectado con el mundo superior. 

Nezumi inhaló y olió el olor de la lluvia. 

...


El 7 de septiembre de 2013 fue mi duodécimo cumpleaños. En este día, un ciclón tropical de baja presión, o un huracán, que se había desarrollado hace una semana fuera de la zona sudoccidental del océano Pacífico Norte, avanzó hacia el norte, acumulándose en poder, hasta que nos alcanzó directamente en la ciudad de Núm. 6. 

Fue el mejor regalo que había recibido en mi vida, y estaba lleno de emoción. Solo eran pasadas las cuatro de la tarde, pero ya se ponía oscuro. Los árboles en el patio se doblaron en los vientos mientras las hojas y las ramitas se arrancaban. Me encantaba el ruido clamoroso que hacían, ya que era todo lo contrario del ambiente habitual de este barrio, lo que apenas implicaba ostentación. 

Mi mamá prefería los árboles pequeños a las flores, y por su entusiasta plantación de los almendros, las camelias y de los arces por todas partes, nuestro patio se había convertido en una arboleda pequeña; gracias a eso, el ruido de hoy era como ningún otro. Cada árbol hizo gimientes distintos. Las hojas y las ramas arrancadas golpearon en la ventana, pegadas a ella, y entonces fueron sacadas otra vez. Una y otra vez, las ráfagas de viento estallaban contra la ventana. 

Tenía ganas de abrirla. Incluso los vientos fuertes así no fueron suficientes para agrietar el vidrio resistente a la rotura, y en esta habitación de atmósfera controlada, la humedad y la temperatura se mantenían estables e inalteradas; por eso, quería abrir la ventana, abrirla y dejar que entren el aire, el viento, la lluvia, un cambio de lo habitual. 

—Shion —llamó la voz de Mamá por el intercomunicador—. Espero que no pienses en abrir la ventana. 

—Yo no. 

—Bien... ¿Te enteraste? Los terrenos inferiores de la Cuadra Oeste se inundan. Terrible, ¿no?

Ella no sonaba como si se sintiera mal en absoluto. 

Fuera de Núm. 6, el terreno se dividía en cuatro cuadras: la del este, la del oeste, la del norte y la del sur. La mayoría de las cuadras del este y del sur eran tierras de labranza o pasturas, y aportaban el 60 % de todos los alimentos de origen vegetal y el 50 % de los alimentos de origen animal. En el norte, había un paraje de bosques caducifolios y de montañas, bajo la conservación completa por parte del Comité de la Administración Central. 

Sin el permiso del Comité, a nadie se le permitía entrar al área; no es que nadie quisiera pasear en la tierra salvaje, lo que no recibía mantenimiento en absoluto. 

En el centro de la ciudad, había un enorme parque forestal que ocupaba más que la sexta parte del área total de la ciudad. Dentro, se podría experimentar los cambios estacionales y se podría interactuar con los cientos de especies de animalitos y de insectos que vivían en ello.

La gran mayoría de los ciudadanos estaban contentos con la fauna dentro del parque, pero no me gustaba mucho. No me gustaba sobre todo el ayuntamiento que se alzaba imponente en el centro del parque. Tenía cinco pisos subterráneos y diez pisos sobreelevados, y tenía forma de una cúpula. Núm. 6 no tenía rascacielos, así que quizás «alzarse imponente» fue un poco exagerado; sin embargo, desprendía una sensación de mal agüero. Algunas personas lo llamaban la Gota de Luna debido a su forma redonda y blanca, pero pensé que se parecía más bien a una ampolla redonda en la piel, una ampolla que se había salido una erupción en el centro de la ciudad. Como si lo rodeara, el hospital municipal y el edificio de la Agencia de Seguridad estaban cerca y estaban conectados con senderos que se parecían a tuberías del gas. Alrededor de eso, había un bosque verde, el parque forestal, un lugar de paz y de tranquilidad para el bien de los ciudadanos. Las plantas y los animales que vivían aquí se monitoreaban todos minuciosamente, y las flores, las frutas y las pequeñas criaturas de cada zona y de cada estación se anotaban todas meticulosamente. 

Los ciudadanos podían averiguar el mejor momento y el mejor lugar para observar o avistar estas por el sistema de servicios de la ciudad. 

Incluso en un día así, la naturaleza obediente y perfeccionada se propagaría con violencia. Era, después de todo, un huracán. 

Una rama con hojas verdes aún unidas chocó contra la ventana, después de lo cual, una ráfaga de viento, y su rugido resonó durante algún tiempo. O sea, pensé que podía oírla resonar. El vidrio insonorizado me cortaba el paso a cualquier ruido exterior. Quería que la ventana se me quitara del medio; quería escuchar, sentir, el viento embravecido. Casi sin pensar, abrí la ventana de golpe, y el viento y la lluvia entraron volando. El viento gruñó como si proviniera de lo profundo de la tierra, lo que fue un gruñido que hacía mucho que no había oído. También levanté mis propias manos y solté un grito que se dispersaría en los vientos embravecidos y no le alcanzaría los oídos a nadie; aun así, todavía grité sin razón. Las gotas de lluvia me volaron en la garganta. Sabía que estaba siendo infantil, pero no pude pararme. Comenzó a llover más con fuerza. Qué emocionante sería quitarme toda la ropa e interrumpir en la lluvia. Intenté imaginarme sin ropa, corriendo de un lado a otro en la tormenta torrencial; me declararían loco definitivamente, pero era una tentación irresistible. Abrí la boca de par en par de nuevo y tragué las gotitas. Quería reprimir este impulso extraño. Tenía miedo de lo que acechaba dentro de mí. A veces, me daba cuenta de que una oleada tumultuosa y salvaje de emociones me abrumaba. 

Rómpelo.

Destrúyelo.

¿Destruir qué?

Todo. 

¿Todo?


Hubo una señal mecánica de alarma, que me notificaba que las condiciones atmosféricas de la habitación se deterioraban. Con el tiempo, la ventana se cerraba y se bloqueaba automáticamente, la deshumidificación y el control de temperatura se comenzaban y todas las cosas húmedas en la habitación, yo incluido, se secaban de inmediato. Me limpié la cara con la cortina y me dirigí a la puerta para apagar el sistema de control de aire. 

¿Y si, en aquel momento, yo hubiera obedecido a la señal de alarma? A veces, todavía me lo pregunto. Si hubiera cerrado la ventana y hubiera elegido quedarme en la comodidad adecuadamente seca de mi habitación, mi vida habría sido completamente diferente. No fue arrepentimiento, ni nada de eso; solo fue un pensamiento peculiar. Lo único que me cambió el mundo entero, que hasta ahora estaba tan meticulosamente controlado, sucedió a partir de esa pequeña coincidencia: el 7 de septiembre de 2013, en un día de tormenta, yo por casualidad había abierto la ventana. Fue un pensamiento muy peculiar. 

Y aunque no tengo un dios en particular en el que creer, hay momentos en los que sí siento una convicción hacia el término «Mano Divina». 

Apagué el interruptor, y la señal de alarma se detuvo, después de lo cual, se hizo el silencio en la habitación. 

Jeh. 

Oí una risa débil detrás de mí. Por instinto, giré rápidamente y grité un poquito. Había un chico parado allí, empapado. Me llevó un tiempo darme cuenta de que era chico. Tenía el pelo hasta los hombros que casi ocultaba la cara pequeña. Su cuello y sus brazos que sobresalían de su camisa de manga corta estaban delgados. No pude decir si él era niño o chica, si era muy joven o si era mayor de lo que parecía. Mis ojos y mi consciencia le fijaban demasiado en el hombro izquierdo, que estaba teñido de rojo, como para pensar en algo más. 

Era el color de la sangre. Nunca había visto a nadie sangrar tan profusamente como él. Por instinto, le tendí la mano. La figura del intruso desapareció al alcance de la mano; al mismo tiempo, sentí un impacto, y me golpearon contra la pared con una gran fuerza. Sentí una sensación glacial en el cuello. Eran dedos, cinco de ellos, que me cerraron alrededor de la garganta. 



Notas de la traductora: 


1. Trombina es una enzima que se produce en el plasma sanguíneo y que juega un papel importante en la coagulación de la sangre. 


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