viernes, 3 de enero de 2025

[Novela] Núm. 6—Volumen 1, Capítulo 2, Parte I

 Capítulo 2: 

Un comienzo tranquilo

Caso índice (primer paciente descubierto)
Varón, edad de 31 años. Empleado de una empresa de biotecnología: ingeniero. 
Ya muerto al ser descubierto. Dirección confirmada... 


El hombre se dejó caer en un banco del parque forestal y suspiró. Se preguntó cuántas veces había suspirado ya esa mañana. Suspiró y miró la cabeza de lechuga en la mano, lo que le hizo suspirar otra vez. Las hojas frescas y verdes se envolvían firmemente alrededor de la cabeza de lechuga, y en cuanto a la calidad, era de primera clase. Arrancó una hoja y se la llevó a la boca; tenía un sabor delicado y la textura era excelente. De primera clase, en efecto. Entonces, ¿por qué no se vendía?

La lechuga era la obra de este hombre. Había trabajado durante mucho tiempo en el desarrollo de la biotecnología para producir productos agrícolas frescos, más específicamente, las verduras frondosas. Creía que estas bioverduras seguras, asequibles y deliciosas eran la solución a la creciente crisis alimentaria, y que pronto se convertiría en un pilar de la distribución alimentaria. Tenía confianza que sería así. Pero a las ventas en el mercado no les estaba yendo tan bien como esperaba, y el hombre se desesperanzaba. Los compradores parecían preferir los productos agrícolas transportados por camión de los campos de las Cuadras Sudorientales en lugar de sus bioverduras. Había una tendencia especialmente fuerte de las verduras frondosas, como el repollo y la lechuga. Si esto continuara, le había dicho su jefe, tendría que empezar a pensar en suspender la producción. 

Le picaba la nuca; le había estado picando por un rato ya. El hombre era propenso a tener sarpullidos cuando estaba cansado. Venir esta noche, es probable que un sarpullido rojo se hubiera extendido por todo el cuerpo. Demasiadas cosas desagradables estaban ocurriendo hoy. Suspiró otra vez. La lechuga en la mano le pareció pesada. 

Sonó un pitido de su bolsillo de camisa. Se iluminó la pantalla del teléfono celular en su tarjeta de DNI, y se apareció la cara de una joven. 

—Saludos del Sistema de Información Municipal. Esto es para notificarle los resultados del Examen de Niños para el que se ha inscrito. Para confirmar su cuenta, por favor entre su número de identificación de ciudadano... —Antes de que la mujer incluso terminara de hablar, el hombre empezó a marcar su número. Hoy fue el día de los exámenes de su hija de dos años. Era niña pequeña brillante y adorable. Nunca se había atrevido a decirlo en voz alta, pero secretamente guardaba la expectativa de que pudiera ser reconocida como una de más alto rango. 

—Gracias. Hemos confirmado su huella digital y su número de matrícula. Su información es la siguiente... —Se mostró el nombre de su hija, seguido de un conjunto de números detallados. El peso, la altura, la medida de busto, el estado de salud, el estado de nutrición, la etapa de desarrollo, la clasificación de varias habilidades... todas las clasificaciones abarcaron en el promedio desde la A hasta la C. Ella tampoco se quedaba atrás en demasía ni era excepcionalmente brillante. Eso fue todo. El hombre miró la pantalla un momento, y luego volvió a poner su tarjeta en el bolsillo. Pensó en la sonrisa de su hija. 

"Y bueno", el hombre se habló y le sonrió a la cabeza de lechuga en la mano. Dotada o no, su hija todavía era su hija. La quería y la adoraba. Y eso era suficientemente bueno. 

De repente, se le ocurrió una idea. ¿Acaso había sido demasiado apegado a la idea de lo mejor, de lo más perfecto? Era cierto: no había nada de que quejarse al respecto de esta lechuga. Pero a lo mejor su perfección también era su flagelo. Si estas cabezas idénticas y perfectas de lechuga se amontonaran fila tras fila, puede que los consumidores no se sientan tan inclinados a comprarlas. ¿Y qué si su perfección en realidad ahuyentara a los consumidores?

Un robot de limpieza se acercó. Encima de su cuerpo metálico había una cabeza redonda, y dos brazos estiraron para recoger la basura y para tirarla en el cubo de basura ubicada en el centro del cuerpo. Sí, esta lechuga era similar a aquel robot. Estaba limpiada y ordenada, pero demasiado artificial. Las verduras que los consumidores querían eran más únicas, más naturales... La lechuga se cayó rodando de la mano; el hombre rápidamente se agachó para recogerla y frunció el entrecejo. 

"¿Eh?", pensó. 

Se le pusieron rígidos los dedos, se le nubló la vista y le costaba respirar. El robot recogió la lechuga e hizo una pausa. Una joven voz masculina le sopló: 

—¿Puedo deshacer esto como basura?

El hombre abrió la boca para hablar, y se vio superado por un ataque de tos. Junto con ello, algo de color blanco se le cayó de la boca. Dientes. Se le caían los dientes. 

—¿Está seguro usted? La deshago ahora. —La lechuga se arrojó en el cubo de basura, y el robot se fue. 

"Espera, ayúdame..."

El hombre estiró el brazo y dejó salir un grito de horror. Toda la longitud de su brazo extendido estaba plagada de manchas. Su cuerpo se volvió pesado. El hombre se tambaleó y se desplomó al suelo entre el banco y los setos. 


—Shion, echa un vistazo a esto... 

Eran pasadas las seis cuando el compañero de trabajo de Shion, Yamase, lo llamó para que se acercara. Los dos eran las únicas personas en la Oficina de Administración del Parque. Juntos manejaban y se encargaban del mantenimiento de los tres robots de limpieza que patrullaban el parque. Los robots de trabajo como estos todavía estaban en la etapa de prototipo, e incluso los robots de limpieza simples eran propensos a averiarse. Manejarlos era un engorro también porque no se les daba bien distinguir la basura. Después de registrar un objeto como basura en la memoria de la computadora por primera vez, se suponía que debía reconocerlo automáticamente cada vez después; sin embargo, los robots enviaban de vuelta errores de «objeto indistinguible» todo el tiempo. Había uno hace media hora de hecho. La imagen que le enviaron de vuelta parecía una cabeza de lechuga, y Shion había dudado por un momento sobre qué hacer. Se había encontrado con otras cosas antes que se preguntaba si debía llamarlas basura: como un pajarito que se cayó de un árbol, o un sombrero con una decoración emplumada bastante desmesurada. Lechuga, sin embargo, fue novedad. 

—¿Algo está mal? —Estaba parado detrás de Yamase, que estaba sentado ante el panel de control. 

—Hmm... Sampo actúa extrañamente. 

A Yamase le gustaba llamar a los robots por sus apodos. Sampo¹ era Robot Núm. 3. Hoy, trabajaba en un rincón en los recovecos más profundos del parque. Sampo también fue lo mismo que recogió la cabeza de lechuga. La pantalla enfrente de ellos mostraba un error de parpadeo rojo que les notifique de un objeto indistinguible. 

—¿Cómo es la imagen?

—Sí, sobre ese tema. No está muy clara, pero... es extraña.

—¿Extraña?

Yamase tenía veinte años —cuatro más años que Shion— y era callado por naturaleza, rara vez molestado por algo. La naturaleza tranquila de su compañero de trabajo era una de las dos razones por la que a Shion le gustaba este lugar de trabajo; la otra razón era: debido a que su trabajo se ocupaba en su mayoría de las máquinas, no tenía que hablar con la gente. 

—Aquí tiene, echa un vistazo —dijo Yamase, cambiando la pantalla a la cámara. 

—¿Puedes enfocarla un poquito más?

—Claro que sí —vino la respuesta, y las manos de Yamase se movieron rápidamente encima del panel de control; se enfocó más la imagen. 

—¿Qué? ... —Shion se inclinó más y su aliento se atascó en la garganta. ¿Pies? Un par de piernas vestidas con pantalones sobresalían por detrás del banco. Pudo ver un par de zapatos acastañados que las equipaban. 

—¿Crees que está durmiendo? ... —tembló la voz de Yamase. 

—¿Hay señales de vida?

—¿Eh?

—¿Puedes aumentar los sensores de Sampo al máximo nivel? —Sampo se equipaba con varios receptores que podían sentir calor, sonido y textura. 

La voz de Yamase tembló más violentamente: 

—Oxígeno, emisión de calor... cero. No hay señales de vida. 

—Voy a comprobar —dijo Shion bruscamente. 

—Voy también. 

Se subieron a sus bicicletas y pedalearon tan fuerte como pudieron. Las bicicletas se habían vuelto explosivamente populares en los últimos años, y las estadísticas indicaban que el ciudadano promedio tenía 1,3 bicicletas. También se vendían bien los zapatos para correr. En vez de los medios de transporte convenientes y sin esfuerzo, parecía que más gente estaba eligiendo caminar, pedalear y de otra manera utilizar sus propios cuerpos. Ya sea popular o no, para un estudiante como Shion, algo tan asequible que maniobra fácilmente y no cuesta nada para poner combustible era más bien una necesidad. 

Había límites de velocidad incluso para las bicicletas dentro del parque. Shion pedaleó a toda potencia por un sendero por el que normalmente daba un paseo. La mayoría de los vehículos hoy en día se equipaban con un mecanismo de restricción que se activaba automáticamente cuando el vehículo superaba a una cierta velocidad. Las bicicletas no eran la excepción, y el mecanismo normalmente se incorporaba en la palanca de freno; sin embargo, la bicicleta de Shion era un modelo anterior y no se equipaba con restricciones de velocidad. Tendría que pagar una multa si la Agencia de Transportación se enterara, pero ahora mismo, estaba contento que podía ir tan rápido como pudiera. 

Llegó a una zona tranquila y aislada por los árboles. Debajo de una fronda de hojas que pasa silbando, Sampo estaba parando quieto. Su articulación de la cabeza, levemente inclinada a un lado, lo hizo parecer o pensativo o perplejo. 

—Sampo. —En respuesta a la voz de Shion, sus ojos del LED se iluminaron de verde. Shion miró de cerca detrás del banco y paró en seco. 

—Shion, ¿qué está pasando? —Yamase llegó poco después e hizo un ruido amortiguado en la garganta. 

El hombre yacía detrás del banco como para esconderse detrás de ello. Su boca estaba abierta y sus ojos estaban bien abiertos y mirando fijamente. Su expresión se parecía a la de sorpresa, en vez de la de miedo o la de dolor. Parecía haber visto algunos momentos espeluznantes antes de morir. Su pelo era blanco como la nieve y en sus mejillas había manchas que parecían placas seniles. Sus arrugas eran pronunciadas. Era muy viejo. 

"Eso sí, es una camisa bastante llamativa para su edad", Shion comentó interiormente la camisa de color rosa claro que el hombre usaba. 

—Yamase-san, ¿te puedes poner en contacto con la Agencia de Seguridad?

—¿Eh? Oh... ah, sí, claro. Por supuesto. Dame un minuto... ¿Hola? Este... esta es la Oficina de Administración del Parque... —Escuchando a medias la voz temblorosa de Yamase mientras explicaba la situación, Shion estiró el brazo con cautela para tocar al hombre; el rigor mortis se había extendido hasta todo su cuerpo. 

—Eso es imposible —Shion murmuró casi automáticamente de incredulidad. 

"Era demasiado pronto", pensó. 

El rigor mortis normalmente comenzaba a surtir efecto al menos una hora después de la muerte, o en la mayoría de los casos, dos o tres horas después. Comenzaba en la mandíbula y se extendía poco a poco hacia abajo para terminar en las piernas. A juzga por eso, este hombre habría estado muerto al menos varias horas; sin embargo, hace treinta minutos, este cuerpo no estaba aquí. Si lo estuviera, Sampo lo habría visto. Sabía que había habido una persona viva sentada en el banco. Después de confirmar la lechuga, los sensores de Sampo habían registrado la presencia de una persona viva. Por supuesto, no tenía pruebas que demostraran que estos dos eran la misma persona. No, no había manera de que pudiera ser; no había manera de que una persona que estaba viva hace treinta minutos pudiera sufrir el rigor mortis completo en poco tiempo. Entonces, ¿había alguien más sentado en este banco, sin darse cuenta al hombre muerto?

"Imposible", pensó. 

Shion soltó el brazo del hombre, que se sentía más rígido y más frío que el mecánico de Sampo. Era imposible. Incluso si el hombre hubiera yacido muerto sin que nadie se diera cuenta, Sampo lo habría recogido. En efecto, Sampo había reaccionado ante su presencia y les envió un error de «objeto indistinguible» hace apenas unos minutos. Eso significaba que, hace treinta minutos, no había un cadáver aquí. 

Shion pensó que vio el cuerpo moverse. Por supuesto, solo fue su imaginación. Pero, Shion reprimió un grito de horror. La mandíbula del hombre, rígida hace solo unos minutos, empezó a aflojarse. Pensó que incluso podía oler un hedor débil a pudrimiento. El hombre estaba boca abajo, y detrás de sus orejas Shion pudo ver que una mancha verde negruzca comenzaba a extenderse. Eso definitivamente no estaba allí antes. Ciertamente no visible a simple vista. Shion se acercó más. 

—Vienen —Yamase suspiró de alivio. Un carro de la Agencia de Seguridad se acercaba sin sonido. 


—Entonces, ¿en el periodo de diez y tantos minutos, viste el rigor mortis completo, y comenzó a pudrirse justo después? Eso es imposible —concluyó Safu simplemente después de haber tragado su boca llena de dona de chocolate. El restaurante de comida rápida en el que estaban sentados, situado cerca de las partes más antiguas de la ciudad, estaba lleno de gente de cada tono y color—. Y si dices que oliste el pudrimiento, entonces significa que la descomposición por bacterias ya había empezado, ¿verdad? Eso no puede ser. Incluso en pleno verano, el rigor mortis podría tomar treinta horas en disiparse completamente, ¿verdad?

—Bajo una serie fija de condiciones, tomaría treinta y seis horas en el verano, tres a siete días en el invierno y sesenta horas con el clima que estamos teniendo ahora. Así dicen los libros de texto —respondió Shion, bajando la mirada de la cara de Safu y dio un sorbo de su taza de té. Se sentía melancólico y cansado. 

—¿Te lo hizo pasar mal la Agencia de Seguridad? —Safu le miró la cara. Su pelo corto y cortado le enmarcaba la cara delicada y los ojos grandes, lo que le daba un tipo de encanto misterioso y andrógino. Safu también estaba entre los de mayor rango en inteligencia durante sus Exámenes para Niños de dos años. Ella fue uno de varios compañeros de clase con el que él estudió en la misma escuela hasta la edad de diez años. Y, actualmente, a la edad de dieciséis años, era la única con la que Shion compartía una estrecha relación. Se especializaba en la fisiología² y estaba lista para irse de intercambio pronto a otra ciudad. 

—Fue una muerte antinatural después de todo, deben haber sido suspicaces. Seguramente, te interrogaron mucho debido a eso, ¿no?

Safu, como la conocía Shion en la clase, era una chica bajita y callada. Probablemente, seguía siendo la misma en el laboratorio. Pero cuando estaba sola con Shion, Safu sonría a menudo, comía bien y relajaba su tono formal. 

Shion vació su té y lentamente sacudió la cabeza. 

—No, no era tan malo como pensé que sería. —A decir verdad, el interrogatorio de la Agencia de Seguridad fue sorprendentemente breve. Lo único que hicieron fue incautarse de los datos que Sampo hubo registrado del cuerpo y exigir una explicación de la situación de los dos. El funcionario habló bruscamente cuando se enteró de que la dirección registrada de Shion estaba ubicada en el distrito de casco antiguo, cerca de la Cuadra Oeste, pero Shion estaba acostumbrado a aquel tipo de trato y no le dio mayor importancia. 

—Entonces, ¿por qué te ves tan triste por eso? Eres la viva imagen del joven afligido ahora mismo. 

—Eso... solo no parece correcto. 

—¿El rigor mortis y su duración de disipación?

—Sí. Lo dijiste tú misma, Safu. No es posible. Tienes razón. No había ninguna condición presente que hubiera acelerado el rigor mortis y la disipación hasta tal punto. 

—Te refieres a ninguna condición en términos de temperatura o humedad, o alguna otra influencia externa, ¿verdad? No lo sabrás si puede haber una causa interna que lo aceleró hasta que lleves a cabo una autopsia. 

—¿Causa interna, eh? ... ¿cómo cuál?

—Por ejemplo, si esa persona estuviera gravemente debilitada, no se habría puesto rígido tanto, y no habría durado tanto tiempo. En personas con intoxicación de fósforo o en los infantes, se dice que es casi inexistente... 

—Indudablemente, no era infante, puedo asegurarte. 

Safu resopló con indignación y miró con furia a Shion. 

—Fue solo un ejemplo. Eres tan sarcástico como siempre, ¿no? Eso no ha cambiado en absoluto. Pero supongo que no hay mucho que deduzcamos de ello si no tenemos datos. 

—Sí... —Shion vagamente asintió con la cabeza e inconscientemente se mordió el labio inferior. Los datos, los libros de texto y los manuales... había momentos en que se volvían completamente inútiles. Lo que una vez creyó que era tan seguro y absoluto sería derribado y se desmoronaría ante él. Sufrió eso hace cuatro años. 


Notas de la traductora: 

1. Sampo significa «tres pasos» o «dar un paseo». 
2. El estudio de los órganos de los seres vivos y sus funciones. 








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