sábado, 9 de noviembre de 2024

[Novela] Vagabundos Lejanos—Prólogo, capítulo 1

 Capítulo 1: 

Ventana del Cielo


Prólogo: Saliendo de la Corte Imperial


Por todas partes en las ramas florecían las flores de ciruelo del patio; cayendo para cubrir el suelo, se extendían completamente por el remanente de la nieve que aún no se había barrido. A primera vista, no se podía distinguir dónde terminaba la nieve y empezaban las flores; esa fragancia atenuada flotaba circulando por todo el patio cuando aumentaba el viento.

Bajo la cortina del anochecer, la luna por encima de los aleros brillaba tan fría como el agua. 

Al extremo final de un patio pequeño, había una puerta del ángulo cubierta parcialmente por las flores de ciruelo, teniendo una silueta vaga de los finales del año. Si se fuera a abrir de empujón la antedicha puerta y a pasar dentro, el interior se vería tremendamente diferente. 

En el vestíbulo había dos hombres fuertes, cada uno armado con un sable. El pasillo era estrecho y apretado, y bajo los pies yacían ladrillos grandes de arenisca azulada que conducían a una prisión oscura con un miasma espeso de muerte dura que atacaba la cara. 

El aroma de las flores parecía estar confinado a esa puerta del patio, sin que se filtrara ni un poco. 

También había unos guardias destinados aquí; todos tenían encima aceros y paraban allí como maniquís de madera. En la entrada había una verja grande de hierro que era tan gruesa como el brazo de un hombre adulto.

Al atravesarse el pasaje de prisión estrecho y negro como boca de lobo para pasar dentro, se podía encontrar con tres verjas de piedra que las controlaban los mecanismos. Cada una la guardaba la gente. Al cruzar estas tres verjas para avanzar aún más, ni siquiera era visible la vitalidad del reino humano y se parecía a la carretera larga y fina que la usaban las almas agraviadas en los Manantiales Amarillos¹. Varias linternas parpadeaban interminablemente, la viva imagen de fuegos fatuos. 

Dentro de la celda más recóndita, había la voz de un hombre que estaba diciendo algo calladamente, tras la cual había un momento breve de silencio. Otra persona parecía haber suspirado sin fuerza hasta el límite de que era aireada. 

De repente, un grito atravesó la oscuridad de la prisión, extinguiendo incluso las llamas. El grito fue extraordinariamente estridente como el de un animal al borde de la muerte, dándole escalofríos al corazón de uno. 

Uno de los dos guardias, que estaba a espaldas a la celda, parecía ser recién llegado con puerilidad aún evidente en la cara. Al oír esta conmoción, no pudo evitar estremecerse, pero cuando le echó un vistazo a su compañero, descubrió que el otro fingía ser sordo parando completamente recto y tan impasible como una montaña, y, de inmediato, contuvo las emociones bajando los ojos.

Pero el grito resonaba persistentemente durante demasiado tiempo. Se quebró la voz del hombre, ronca mientras continuaba incansablemente como siempre. Al fin y al cabo, no se pudo restringir ese aliento, y los chillidos estridentes se volvieron en gemidos sollozantes aunque cada vez más miserables.

Al guardia nuevo se le puso la piel de gallina luchando por ser la primera en aparecer por todas partes. 

Pasó más o menos el rato de un palo de incienso² antes de que fuera apagándose la voz del hombre. Luego poco después, dos hombres llevaron sacando a un hombre de mediana edad, y se desconocía si estaba vivo o muerto. Tenía el torso desnudo, con la cabeza inclinada al lado, el pelo ya empapado en sudor, los labios y la lengua mordidos abiertos y espuma ensangrentada que salía de las comisuras de la boca. No había heridas en su cuerpo aparte de los clavos de color rojo oscuro que le penetraban cada uno de los siete puntos principales de acupuntura del pecho y del abdomen. 

Como si a él lo engancharan a un tótem extraño y espantoso, la mirada del guardia joven automáticamente siguió al hombre de mediana durante todo el recorrido hasta que los tres desaparecieron dentro de la verja de piedra.

En ese momento, alguien en voz baja dijo detrás de él: 

—Al haber visto esto, ¿no se arrepiente³ de nada?

El guardia joven se estremeció de susto, y al girar la cabeza con rapidez, vio que un hombre vestido con túnicas de color azul zafiro había llegado a parar detrás de él en algún tiempo desconocido. Su compañero al lado de él ya se había arrodillado sobre una rodilla en el suelo, así que el joven reaccionó apresurándose a arrodillarse también. 

—Lord del palacete.

El hombre vestido con túnicas largas parecía tener cerca de treinta años. Su comportamiento era elegante como el de un erudito, pero su cara la encerraba una capa de lo enfermizo. El contorno de sus rasgos era bastante definido, y tenía ojuelos muy brillantes y siempre algo caídos, los cuales siempre los cubrían prácticamente por la mitad las pestañas largas pero bastante densas. De vez en cuando, miraban hacia arriba, llevando una corriente de frialdad indescriptible que les daban escalofríos a los corazones de todos los que las miraban. Su nariz era un atributo bien parecido, pero era de labios muy finos, haciendo que esa cara bonita se adjuntara sin motivo con un tinte despiadado. 

Al oír la llamada del joven, el hombre tuvo que mirarlo más. Con una risa breve, dijo: 

—¿Es recién llegado, verdad?

—Sí. —El joven bajó la cabeza. 

El hombre levantó la mano para darle unas palmaditas suaves en el hombro. 

—Entonces, recuerde no llamarme «Lord del palacete» a partir de ahora. No he sido ningún tipo de «lord» desde hace mucho tiempo. Deba llamarme «sir⁶ Zhou» la próxima vez. 

El joven levantó la vista para echarle un vistazo rápidamente e hizo una reverencia muy respetuosamente.

—Sí, sir Zhou. 

Asintiendo con la cabeza, el hombre les dijo adiós con la mano.

—Pueden salir ustedes dos. Me limpio solo por un rato. 

Ambos guardias asintieron y entonces se fueron uno al lado del otro. El guardia joven no pudo evitar darse media vuelta para echar un vistazo, presenciando cuando el hombre vestido con túnicas azules se apoyó con calma contra el marco de la puerta, con ojos que parecían estar mirando fijamente al algo en el aire vacío, pero también parecían no ver nada en absoluto. Inexplicablemente, el joven hombre tuvo la impresión de que el otro parecía querer ir para algún lugar muy lejano.

Una vez que se cayó cerrada la primera verja de hierro, el guardia viejo y callado de repente dijo en voz baja: 

—¿Viste cómo se ve? ¿Como un intelectual refinado y cariñoso? ¿Puedes imaginar cómo las manos suyas dan martillazos a cada uno de los Clavos de Siete Orificios y de Tres Otoños?

Se sorprendió el joven, inclinando la cabeza para mirar a su compañero envejecido. El viejo guardia tenía el pelo canoso en ambas sienes. 

—Todavía hay muchas cosas que aún no entiendes —el otro dijo con un suspiro—. Somos Ventana del Cielo. En pocas palabras, podemos entrar, pero nunca salir; si se quisiera salir, o se tendría que morir o volverse lisiado antes de hacerlo.

En el cuarto año de Rongjia de la Gran Qing, a la sociedad en conjunto la podía aterrorizar el nombre «Ventana del Cielo».

Ventana del Cielo era una organización que consistía en espías y asesinos que eran directamente leales al emperador. Nadie sabía cuántos había, nadie sabía dónde se escondían y nadie dudaba que sus palpadores se podían infiltrar en los rincones lejanos del mundo.

El primer líder de Ventana del Cielo —el hombre vestido con las túnicas largas y de color azul zafiro— era el Lord anterior del palacete de Cuatro Estaciones, el actual sir Zhou, Zhou Zishu.

Desde los secretos del palacio de arriba a los pobres comunes de abajo, parecía que no se podía mantener ocultado nada a Ventana del Cielo. Por esa razón exacta, había una regla en la que a cada persona viviente que tenía una boca y podía usarla para hablar no se le permitía salir de Ventana del Cielo. Cualquiera que la entrara y luego saliera, o habría muerto o habría solicitado personalmente que se le utilizaran los Clavos de Siete Orificios y de Tres Otoños. 

Los Clavos, tal como se describían, eran siete clavos venenosos destinados a sellar los siete puntos de acupuntura más importantes del pecho y del abdomen de un humano estancando los meridianos. A partir de ese instante, se arruinarían las artes marciales, su boca no iba a ser capaz de hablar y no se podían mover en lo más mínimo las extremidades, haciéndolo parecerse a una persona con discapacidad. A lo largo de tres años, el veneno entraría en los órganos, y entonces respiraría su último aliento. 

Aunque pudiera seguir con la vida por tres años, sería una vida peor que la muerte. Pero, a pesar del hecho de eso, todavía había algunos que preferían ser muertos vivientes queriendo irse de Ventana del Cielo. Tres años de una vida errante eran la mayor bendición que a ellos se les podía conceder regiamente.

No obstante, Zhou Zishu despidió a todos los asistentes, regresó sin compañía a la celda pequeña y cerró la puerta; colocando las manos a la espalda, lenta y sin atención caminó de un lado a otro de la habitación una vez, luego paró en seco, sacó un estuche pequeño de los Clavos de Siete Orificios que se había colocado en la esquina y lo abrió. Los objetos de aspecto aterrador sorprendentemente emitían un olor semejante a la fragancia fría de los pétalos caídos de ciruelo. Zhou Zishu respiró hondo, después de lo cual se abrió las túnicas. 

Su apariencia exterior era alta y bien proporcionada, pero esta remoción de la ropa desveló un cuerpo tan ajado y reseco que parecía como si algo lo hubiera secado con sifón. En el pecho y el abdomen desecados, obviamente ya se le habían clavado seis de los siete Clavos: quién sabía en qué mes o en qué año se le habían clavado, ya que casi se habían vuelto enterrado en la piel. 

Bajó la cabeza para mirar el propio cuerpo riéndose de sí mismo con aparente autoburla; después, recogió un cuchillo pequeño, apretó los dientes y entonces se reabrió la piel que casi se había cicatrizado sobre los Clavos. Se movía rápida y con estabilidad el cuchillo, como si no fuera su propia piel que estaba cortando. En poco tiempo, estaba completamente manchada de sangre la delantera de su torso. Al volver a observar, ahora parecían recién clavados los clavos que se le habían clavado hace mucho tiempo.

Por consiguiente, como si hubiera activado algún tipo de barrera, resopló y luego se apoyó el cuerpo contra la esquina. Bajar deslizándose lentamente, su cuerpo tembló sin control, la cantidad escasa de color en los labios se destiñó completamente y apretó los dientes con un traqueteo. Con una sacudida repentina y violenta, se abrieron los ojos un poco de par en par y entonces se cerraron gradualmente, su cabeza inclinada a un lado. 

Con una tez cenicienta y un cuerpo manchado de sangriento, parecía haberse convertido en un cadáver. 

Solo cuando llegó la primera luz del amanecer del mañana, se sacudió el que se acurrucaba en la esquina de la celda, y después, gradualmente abrió los ojos. La primera vez que trató de ponerse de pie, se debilitaron las piernas y casi le causaron caerse al suelo; y solo fue durante la segunda vez que logró ponerse de pie. Sacando un pañuelo, lo humedeció con agua, cuidadosamente se limpió la mayor parte de la sangre en el torso, volvió a cerrar sus túnicas, recogió solo un Clavo y lo puso en un bolsillo.

Respirando hondo, abrió de empujón la puerta y salió. 

Al salir dando zancadas, llegó a aquel patio pequeño con las flores frías y la nieve blanca. Lo único que percibió era un aroma que se filtró hasta el corazón y le atacó a la cara, pareciendo quitarle con facilidad el hedor sangriento que emanaba de él. Estuvo debajo de un ciruelo durante mucho tiempo, y cuando se acercó a olfatearlo levemente, una sonrisa ligera inconscientemente apareció en la cara. 

Y, aun así, suspiró despreocupadamente.

—Venga —dijo en voz susurrante. 

Una persona vestida con ropa negra salió tan rápido como una sombra e hizo una reverencia ante él a la espera de que hablara. Zhou Zishu sacó una ficha de mando de color oscuro y se la tiró. 

—Vaya pidiéndole al Mayordomo Duan que me acompañe a reunir con una audiencia imperial hoy. 

El que iba vestido de negro recibió la ficha y luego se esfumó misteriosamente como si nunca hubiera estado allí en primer lugar. 

Después de que Zhou Zishu había llegado al mando de Ventana del Cielo, por sí solo promovió al Gran Mayordomo Duan Pengju, quien solo obedecía sus mandamientos. El hombre tenía las habilidades y la ambición, sin dudar en demostrar la ambición que era. 

A veces, cuando Zhou Zishu lo miraba, era como mirarse a sí mismo de hace unos años. 

En poco tiempo, Duan Pengju regresó con la ficha, algo confundido. Después de todo era un grupo no apto para salir a la luz; aparte de Zhou Zishu, los demás normalmente no tenían muchas oportunidades de reunirse con una audiencia imperial.

Zhou Zishu no dijo mucho y simplemente lo hizo quedarse a desayunar. Una vez que adivinó que el Emperador pronto se iba a salir de la Corte matutina, mandó: 

—Vámonos. 

Así, se dirigieron hacia palacio. Duan Pengju no estaba seguro de sus intenciones, no dijo mucho y solo lo siguió silenciosamente. 

Uno tras otro, los dos se dirigieron hacia estudio imperial. Helian Yi el Emperador de Rongjia ya estaba allí, y tan pronto como los oyó llegar, les gritó que entraran inmediatamente. Después de que Zhou Zishu y Duan Pengju hicieron un gesto generoso de cortesía, el primero sacó un pergamino de bambú de su manga y lo presentó a Helian Yi. 

—Esto es lo que pidió, Su Majestad. 

El otro lo recibió, pero no tenía prisa por leerlo, sino que lo evaluó. 

—Se te empeora la tez —dijo, incapaz de evitar fruncir el entrecejo—. Llama a un médico imperial para que te examine más tarde; ha de haber alguna herida desconocida en ti. Nunca debas minimizar aquellas ni depender de tu juventud para no tomarlas en serio. 

Zhou Zishu se rio un poco. No asintió con la cabeza, solo diciendo: 

—Le he molestado con preocupación, Su Majestad.

Helian Yi entonces entrevió a Duan Pengju. Dejado atónito a primera vista, preguntó apenas un poco después:

—¿Por qué viniste hoy, Pengju? No te hemos visto desde hace algún tiempo. Te ves estar exultante. 

Al curvarse los ojos pequeños, redondos y brillantes, Duan Pengju rápidamente sonrió con reverencia.

—Para Su Majestad, es un trabajo difícil hacer innumerables cosas cada día; sin embargo, todavía puede tener en cuenta a este anciano.

Helian Yi sonrió. Al notar vagamente que Zhou Zishu parecía tener algo que decir, primero abrió el tubo de bambú, sacó un pergamino pequeño desde dentro y lo leyó por encima con rapidez. Con una sonrisa que apareció en la cara, levantó la cabeza para decirle a Zhou Zishu: 

—Se llevó a cabo esto a la perfección. ¿Cómo podemos recompensarte, Zishu?

… Aquí está. 

Zhou Zishu de repente levantó las túnicas para arrodillarse. Duan Pengju, sin entender nada, se vio obligado a arrodillarse junto con él.

—¿Qué haces? —Helian Yi frunció el ceño. 

—Este súbdito tiene que pedirle un favor —Zhou Zishu respondió en voz baja como si tuviera poca fuerza. 

—Levántate y dilo. Has sufrido situaciones de vida o muerte por nuestra Gran Qing todos estos años; aparte del país en sí, ¿qué no podemos conseguirte? —Helian dijo sonriendo—. Vamos, habla. 

Zhou Zishu enderezó la espalda, pero seguía arrodillándose. Entonces silenciosamente abrió la delantera de sus túnicas, y el momento en que esa túnica —envuelta hasta el punto de espesor y de ser prácticamente hermética— se desató, el hedor de sangre inmediatamente se precipitó sobre la nariz. Su cuerpo que acababa de formar costra estaba sangrando una vez más debido al viaje turbulento por carruaje. 

Helian Yi se puso de pie con un golpe.

—¡Zishu!

Duan Pengju se asustó hasta el silencio. 

Zhou Zishu entonces abrió la mano, y encima de su palma esbelta, yacía el último Clavo. 

—Su Majestad, este súbdito ha clavado seis yo mismo. Si se clava el séptimo, me temo que no voy a ser lo suficientemente fuerte como para decirles adiós a usted y al palacio. Le pido que me conceda un favor para que Pengju me ayude a terminarlo.

Helian Yi estaba sobrecogido, sin poder decir ni una sola palabra. Solo después de mucho tiempo volvió a sentarse afligidamente, echó la cabeza hacia atrás para mirar las vigas del estudio y suspiró con un soliloquio falso: 

—Yunxing está destinado en el noroeste. Beiyuan… Beiyuan se ha ido. ¿Y ahora incluso tú también nos vas a desechar?

Zhou Zishu no dijo nada. 

Después de haberse quedado callado un minuto, Helian Yi habló con lamento: 

—Estamos completamente solos, ¿no? 

—Su Majestad, no hay necesidad de que se preocupe mucho por Ventana del Cielo —Zhou Zishu habló de nuevo—. Pengju me ha seguido todos estos años. Confío mucho en él, y tiene la habilidad… 

—¡Milord! —Duan Pengju interrumpió—. Milord, ¡no puede decir tal cosa! ¡Este Viejo Duan nunca ha tenido tal idea! Usted… no puede… 

—Los Clavos de Siete Orificios y de Tres Otoños —Zhou Zishu recitó en voz baja—: en un plazo de tres otoños, se desgarran las entrañas de uno. Una vez que se suelta la cuerda, no se puede dar media vuelta la punta de flecha⁹...

Se agachó para arrastrarse ante Helian Yi una vez, pero no levantó la vista después de lo cual. 

—En cuanto a los muchos años del servicio de este súbdito, ayúdeme a terminar esto. 

Helian Yi miró fijamente a este hombre que se parecía a un calabacino que derramaba sangre. En ese momento, nadie sabía lo que pensaba este Emperador en la flor de la vida: había pasado estos años siendo meticuloso y cauteloso, había pasado estos años agotando todos los complotes, estos años habían sido desbordantes de las llamas de guerra, estos años habían sido terriblemente fríos, estos años… y, al final del todo, era el monarca que tenía vista al mundo, pero todo el mundo se había ido. Era el único que quedaba.

Nadie se podía escapar de los asuntos variables del mundo y del desistimiento de los años.

Después de un rato, cerró los ojos y luego agitó la mano. 

Se levantaron hasta una sonrisa los labios de Zhou Zishu. 

—Gracias por su amnistía inmensa. 

Como si se hubiera encontrado con algo jubiloso, su cara enferma y pálida la cubrió un sonrojo tenue. Extático, giró hacia Duan Pengju y le puso el Clavo en la mano. 

Después de que el otro vaciló por un buen rato, apretó los dientes, levantó el Clavo de color rojo oscuro y siniestro y a su Lord se lo dio martillazos con firmeza en el cuerpo de carne y sangre. Sabía que era extremadamente doloroso —se había acostumbrado a verlo a lo largo de estos años, donde incluso el hombre de voluntad más férrea no podía soportarlo y terminaba poniendo el grito en el cielo— pero Zhou Zishu solo retrocedió un poco, y su postura seguía erguida. No había un grito, sino que solo había un gruñido inaudible. 

Incluso pensó que Zhou Zishu tenía alegría dentro de ese gruñido. 

Sintió que el Lord del palacete se había vuelto loco.

Zhou Zishu se quedó donde estaba por un rato, entonces con una cara tan blanca como el papel maché hizo una reverencia ante Helian Yi. 

Se disminuía rápidamente la fuerza de su cuerpo. Una sensación de entumecimiento lentamente comenzó a aumentar. Habló sus últimas cuatro palabras: 

—Adiós. Cuídese, Su Majestad. 

Por lo tanto, sin esperar la respuesta de Helian Yi, salió dando zancadas del estudio imperial como si se hubiera aliviado de una carga, y entonces su figura corrió a toda velocidad y se esfumó sin dejar pista.


Notas de la traductora:

1. El camino que toman los muertos para ir a la vida de ultratumba y en última instancia reencarnan después de haber bebido la sopa de olvido. También es otra expresión para el inframundo.
2. Se refiere al tiempo que tarda en quemarse un palo de incienso. Alrededor de 5 a 30 minutos. 
3. Ya que ahora tiene lugar en la corte real, creo que los personajes usan el lenguaje formal.
4. Usé la palabra «lord» en vez de «señor» para poner distinción entre los honoríficos que tienen una traducción similar en español. 
5. Alrededor de 27 a 29 años.
6. También usé «sir» en vez de «señor».
7. 七窍三球订: (qīqiào sānqiū dīng) los clavos de siete orificios y tres otoños. 
8. Zhou Zishu habla de sí mismo en tercera persona porque es signo de humildad y respeto. También es formalidad. En realidad, me confundió mucho cuando leí la novela hace 3 años. 
9. Significa algo como: Una vez que se realiza una acción, no se puede deshacerla.


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