sábado, 25 de enero de 2025

[Novela] Núm. 6—Volumen 1, Capítulo 2, Parte III

 A continuación de la Parte II

...

"Esperanza", repitió la palabra calladamente. Era una palabra que no había usado desde hace años. No era dulce ni amarga, pero despacio lo calentó de lo profundo de su cuerpo. 

"Esperanza. ¿Qué espero?", pensó. 


Había colapsado su futuro prometido. Lo que le quedaba ahora eran su madre, el salario escaso de su trabajo y su propio cuerpo de dieciséis años. ¿Qué esperanza se encontraba en aquellos? No estaba seguro. Pero estaba seguro de que tampoco había perdido la esperanza por completo. 

Entraron a la estación. El distrito de casco antiguo en el que vivía Shion estaba situado adyacente a la Cuadra Oeste y a la frontera de la ciudad, funcionando como algún tipo de zona neutral entre el centro de la ciudad y la Cuadra Oeste, que se llamaba Pueblo Perdido. Estaba a años luz de la tranquilidad del centro de la ciudad; era un lugar miserable que se poblaba densamente de gente. La estación en la que estaban también estaba llena de gente. El aroma débil de la comida frita en abundante aceite y del alcohol flotaba por el aire. 

—Estoy bien desde aquí. —Safu paró. 

Había un insecto negro y alado encima del hombro de ella. Quitándolo, Shion le hizo una pregunta desenfadada: 

—Ten cuidado. Oh, ¿me repites cuándo te vas para tu intercambio?

—En dos días. 

—¡Dos días! —exclamó Shion—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Se debe a que no quería hacerlo. ¿Me habrías dado una fiesta de despedida si yo lo hiciera? —Safu asomó la barbilla con actitud desafiante—. Shion, te quiero pedir algo. 

—Claro, si me las arreglo para hacértelo llegar a tiempo... 

—Tu esperma —Safu le miró a los ojos de Shion cuando ella dijo esas palabras, sin pestañear ni una vez. 

Shion la miró boquiabierto. 

—¿Me oíste? Quiero tu esperma. 

—Eh... ¿Qué? Safu... este... 

—De todas las personas que conozco, probablemente serías el donante de esperma más exquisito. Tu esperma y mi óvulo. ¿No crees que produciría el hijo más perfecto? Lo quiero, Shion; quiero tu esperma. 

—La inseminación artificial se necesita permiso de la ciudad —contestó Shion con cautela.

—Obtener permiso sería fácil. La ciudad fomenta la inseminación artificial entre personas que poseen ADN excelente y habilidades superiores. 

Shion tragó y se apartó. El insecto alado cruzó su línea de visión, zumbando sin parar. La irritación brotó dentro de él. 

—Safu, no sé si te he dicho esto, pero nunca he conocido a mi padre. No conozco su personalidad, su estatura ni si tenía alguna enfermedad. 

—Lo sé. Pero los padres no tienen importancia. Ya se ha descifrado el 99 % del genoma humano. Puedo enterarme de todo lo que necesito saber sobre tu información genética. 

—Y entonces... si consigues la información y hay algo ahí dentro que no quieres, ¿qué vas a hacer?

—Pues... 

—Safu, ¿qué me estás tratando de decir? ¿Crees que un ser humano es completamente lo que su secuencia de bases del ADN nos dice que es? Claro, puedes buscar mi ADN y analizar mis genes, pero, ¿qué te va a decir eso de mí? Hablas de tener hijos como si sea fácil, pero... 

—¡Sé mucho más de ti que crees! —lo interrumpió estridentemente la voz de Safu. Las personas giraron las cabezas cuando pasaban—. Hemos estado juntos desde que teníamos dos años. Sé qué clase de persona eres, lo que te gusta hacer... lo sé. Lo sé, y aún te estoy diciendo esto: eres el que no sabes nada. 

—¿Qué?

Safu murmuró algo, pero no pudo entenderlo. Se inclinó hacia ella un poco para poder oír mejor. 

—Quiero tener sexo contigo. 

Sus palabras le sonaron claramente al oído. 

—Safu...

—No quiero tu esperma. No quiero la inseminación artificial. No me importa tener hijos o no. Quiero tener sexo contigo. Eso es todo. 

—Espera, eh... espera un minuto... Safu, yo...

—Ahora mismo. 

Shion inhaló. El aroma grasiento de la comida frita flotó dentro de sus narinas. El reloj dio las ocho en punto.

—Ahora no. 

—¿Por qué no? ¿Se debe a que no te interesa por mí? ¿O se debe a que no te interesa el sexo? 

—Me interesan los dos. Pero... no quiero hacerlo, ahora no, contigo.

—Entonces, ¿se debe a que es conmigo?

—No... mi cuerpo probablemente respondería sin contratiempos. Incluso ahora estoy... pero... pero es por eso que no quiero hacerlo. No quiero acostarme contigo por impulso. 

—Sabes que eso es como decir que nunca me has visto de esa manera antes. 

—Sí. Siempre te he considerado una amiga. 

—No lo puedo creer —suspiró Safu de exasperación—. ¿Por qué eres tan infantil? Lo que sea. Me voy a casa. 

—Safu, en dos años... 

—¿Hum?

—Tu intercambio dura dos años, ¿verdad? Cuando vuelves, pregunto esta vez. 

—¿Si quiero tener sexo?

—Sí. 

—Eres un genuino idiota si alguna vez vi uno. No sé cómo has podido llegar tan lejos siendo tan despreocupado. 

—Ten cuidado. No trabajes demasiado duro.

—Oh, puedes contar conmigo para trabajar duro. Trabajaré tan duro que mantendrá alejados a todos los chicos. 

Al decirle adiós con la mano de manera informal, Safu se dio la vuelta y dejó salir un pequeño chillido. Un animal pequeño y gris pasó a toda la velocidad por los pies de Safu y se apresuró a subir el cuerpo de Shion. 

—¡Un ratón!

Un pequeño ratón, aproximadamente del tamaño del meñique de Shion, se sentó encima de su hombro, moviendo la nariz. 

—Me sorprende ver ratones en esta ciudad. Pero es un poco lindo —reflexionó Safu. 

—Bastante amable también. 

El ratón acercó la cara al oído de Shion. 

—Todavía un nato —susurró. 

Sintió que una descarga eléctrica lo atravesaba. Agarró al ratón, pero se escapó de las manos, saltó de su hombro y corrió a toda velocidad hacia la salida de la estación. Cierto, este era un distrito más antiguo, pero Pueblo Perdido todavía estaba dentro de los límites urbanos, y los ratones eran raros. La Agencia de Salud e Higiene se encargó de la exterminación completa de todas las pestes, ya sea un animal o insecto. La gente no estaba acostumbrada a ver el ratón que pasó a toda velocidad por los pies. Chillidos de sorpresa y arranques de actividad frenética surgieron de la multitud. 

Al final de la misma, Shion vio un par de ojos grises —fue solo por un momento fugaz— y una descarga le atravesó el cuerpo otra vez.

—¡Nezumi!

—Shion, ¿qué pasa?

—Safu, puedes llegar a casa por ti misma, ¿verdad?

—¿Qué? Por supuesto. Estaba a punto de hacerlo, ¿no? ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan perturbado?

—Lo siento... 

Después de que se separaron aquí, no volvería a ver a Safu hasta dos años. Sabía que tenía que darle una despedida adecuada, o, por lo menos, observar su espalda en retirada hasta que desapareciera en la multitud que se empuja. Ya sea que fueran a tener relaciones sexuales o no, eso no cambiaba el hecho de que Safu era importante para él. Sabía bien que esto estaba lejos de la despedida adecuada que ella merecía. Lo sabía. Pero se barrió instantáneamente lo que creía conocer tan bien. Su cuerpo se movió por sí solo, desafiando su pensamiento racional. Sí, había experimentado esto hace cuatro años, eso que sabía que el raciocinio siempre tenía razón. 

Enciende el sistema de seguridad, notifica a la Agencia de Seguridad, quita la presencia extranjera: lo había desafiado todo. Era lo mismo ahora. Dejó que sus sentimientos controlaran sus acciones. 

Había comenzado a llover afuera. Las gotas de lluvia le golpearon la mejilla. En la multitud de personas que caminan rápidamente de allá para acá, no se veía ni una cara conocida. 


—¡Shion! —Karan saludó a su hijo en la puerta y abrió los ojos de par en par—. ¡Estás empapado! ¿Qué estabas haciendo?

—Caminando. 

—¿En esta lluvia? ¿De dónde?

—La estación. 

—¿Y por qué razón te dejaste mojar?

—Estaba calmándome. 

—Calmándote, ¿eh? Despreocupado como siempre, ¿no?

Safu acababa de usar las mismas palabras momentos antes. Shion se rio de sí mismo y empezó a secarse el pelo con una toalla. De repente, se había hecho mucho frío desde que empezó a llover; el antiguo calentador de queroseno zumbaba para mantener calentita la habitación. Karan bostezó. Ya era la hora de que ella durmiera. Escondida en una esquina de Pueblo Perdido, Karan operaba una panadería. Era pequeña, con sola una vidriera. Pero la gente parecía sentirse atraída por el aroma del pan recién salido del horno que flotaba de las puertas cada mañana, y el negocio estaba en auge. Ella abría temprano, por lo que, también se acostaba temprano. Eran casi las nueve, lo que para Karan era como la medianoche. 

—Estoy pensando en aumentar la tanda de panecillos de mantequilla mañana, y tal vez en ser un poco más aventurera y tratar de vender algunos pasteles sencillos, además de las magdalenas que vendemos. ¿Qué te parece? 

—¿Algo como el pastel de cereza? 

—A eso me refiero. Una cosita que la gente puede comprar como tentempié, pero un poco más de calidad superior que el pan o las magdalenas. Un recuerdo pequeño para un día especial, o algo así. 

—Me parece bien —exclamó entusiasmado Shion. 

—¿No te parece así? Y creo que tener los pasteles en la vidriera animaría un poco las cosas. 

Shion asintió con la cabeza, y comenzó a salir de la sala. En esta casa, no podían darse el lujo de tener habitaciones privadas. Karan dormía en un rincón de la sala, y Shion dormía en el almacén. 

—Shion —lo llamó su madre y él se dio la vuelta—, ¿ocurrió algo?

—¿Eh?

—¿Te pasó algo que te haría necesitar calmarte? —continuó Karan sin esperar la respuesta de Shion—. Cuando regresaste a casa, pareciste un poco aturdido. Ni siquiera parecías darse cuenta de que estabas empapado. Y... incluso ahora... 

—¿Ahora?

—Pareces distraído, pero, a lo mejor, un poco perturbado... es una cara extraña que tienes puesta. ¿Quieres que te traiga un espejo?

Shion exhaló de modo cortante. 

—Alguien murió en el parque hoy. 

—¿Qué? ¿En el parque forestal? No había nada en las noticias al respecto. 

¿Nada en las noticias? ¿Significaba eso que el hombre murió de causas naturales? Aunque repentino, quizás era explicable. No ha de ser suficiente para ser noticia, sola una muerte normal. Shion sacudió la cabeza. Por supuesto que no. El tiempo que tardó ese cuerpo en volverse rígido, la expresión en su cara, la mancha verde, era todo demasiado anormal. 

A la Agencia de Seguridad solo le había explicado lo que había encontrado en la escena. Fingió que no se había dado cuenta del rigor mortis ni de la mancha; sintió que tenía que hacerlo. No sabía por qué, pero una voz por dentro le había dicho que se hiciera el tonto, que mintiera. Del mismo modo que podría percibir el peligro un animalito, su instinto le había advertido. El instinto, ahí estaba otra vez. No actuaba a base de la razón, sino que por capricho. Les daba la espalda a la lógica y el sentido solo con demasiada facilidad para sucumbir a la emoción instintiva. Shion suspiró con fuerza. Le costaba un poco respirar. 

—¿Y, por eso, estás perturbado?

—Pues, sí. Nunca he visto un cadáver. 

"Miento, Mamá. Vi esos ojos de nuevo hoy. Vi a Nezumi. Presiento que algo pasará. Por eso...", pensó. 

Karan sonrió y le deseó una buena noche. Fue una sonrisa amable. A ella él le deseó una buena noche en respuesta, y salió de la sala. 

La estatura de Karan todavía era regordeta, pero parecía mucho más joven que antes. Parecía que no se había tomado demasiado a mal la mudanza de Chronos a Pueblo Perdido. A menudo sonría mientras hablaba de lo agradable era hornear pan y de lo inspirador era cuando lo compraba la gente. No era solo por amabilidad o por el deseo de tranquilizar a su hijo. Karan no se desesperaba en absoluto por su vida aquí. En Chronos, todo se les dio, pero su vida en Pueblo Perdido era algo que Karan había desarrollado con sus propias manos. Por eso, Shion no quería destruirla. No quería desarraigar toda su vida como lo hizo hace cuatro años. No quería involucrarla en problemas otra vez. 

Shion se cayó a la cama. Sintió escalofríos y tenía un dolor sordo en la parte posterior de la cabeza. Cuando cerró los ojos, una oleada de imágenes pasaron a toda velocidad por los párpados: la mancha verdosa, la lechuga abandonada, la camisa rosada, la cara de Safu, "quiero tener sexo", el ratón que se apresuró a subir su cuerpo y "todavía eres un natural". Se calentó el núcleo del cuerpo. Se aceleró el latido del corazón. No fue un sueño. No fue una ilusión. Nezumi existió allí en la multitud en la estación. 

"Esa fue una aparición llamativa que hizo ahí atrás", pensó. 

—Pendejo —murmuró en voz baja. ¿Qué se suponía que debía esperar de esa corta aparición? ¿Qué planeaba hacer Nezumi?

Shion se incorporó en la cama. Aparte de Safu, ¿Estaban conectados de algún modo el cuerpo en el parque y Nezumi? La misma noche que descubrió el cuerpo, apareció Nezumi. ¿Fue una coincidencia? Si estaban relacionados, ¿cómo...?

Un repique interrumpió sus pensamientos. El teléfono celular en su tarjeta de DNI sonaba. No podría ser. Sabía que no podía ser Nezumi, pero latía fuerte el corazón. Temblaban los dedos cuando agarró la tarjeta. Aparecieron rápidamente letras blancas en la pantalla: Safu. Tocó el botón Hablar y se cambió la pantalla a la cara de Safu. 

—Shion, ¿dormías?

—Ah... eh, no.

Había olvidado. Debería ser él quien le devolviera la llamada y terminara de decirle el adiós que él había dejado colgando. 

—Safu, lo siento por antes. Yo...

—Esa persona era tan importante para ti, ¿no?

La cara de Safu esbozó una sonrisa burlona; era a la vez serena y bonita. 

—Nunca te he visto así. ¿Sabes qué tipo de expresión que tuviste puesta?

—¿Eh? Espera... ¿Me veía tan mal?

—Fue muy interesante, de hecho. Me mantuvo entretenida todo el rato. Primero, fue estupefacción, y luego, pues, a ver, ¿cómo se podría llamarlo? ¿Alegría? ¿A lo mejor, encantador? Lo suficiente como para borrar todo lo demás de la mente. Y después, se fue directamente de la estación, dejándome atrás sola. Cuento triste, ¿no? Lo sé. 

—Lo siento mucho. No puedo disculparme suficientemente veces. 

—Lo diré. De nada. Al menos tuve la oportunidad de ver un nuevo lado de ti; nunca te he visto con ese tipo de cara. Entonces, Shion, ¿quién es el que te hace ver así? ¿Era ella¹ tan importante como para que lo dejaras todo y la persiguieras?

—Sí. —Incluso se sorprendió a sí mismo con su afirmación rápida—. Este, Safu, no me malinterpretes. No es una novia, ni nada por el estilo. Eh... en realidad, no lo puedo explicar bien, pero...

—También es la primera vez que te veo atascarte contigo mismo tratando de explicar cosas. Eso está bien si tienes una novia. No me importa si ya tienes a alguien en mente. No, fue una mentira esa. Mírame, siempre intento poner buena cara en cualquier situación. Es mala costumbre mía. 

—Eso no es cierto —replicó Shion—. Siempre eres sincera contigo misma. 

—Solo delante de ti. ¿No te diste cuenta? —continuó Safu, y se volvió seria su expresión. 

—Safu, de veras, este... cuídate. Cuando nos reunimos en dos años...

—Te quiero, Shion. Más que a nadie más. 

Se murió la línea sin esperar su respuesta. Podía oír el tamborileo de la lluvia. Pensó que vio mover en una esquina de la habitación. 

—¿Nezumi?

En medio de las bolsas de harina y de azúcar en el almacén, solo resonaba el sonido de la lluvia. Shion abrazó las rodillas y se quedaba sentado calladamente en la oscuridad, prestando oído a su llovizna continua. La lluvia no mostró signos de empeorar ni de amainar y continuó durante el resto de la noche. 


Notas de la traductora: 

1. En japonés, el pronombre puede ser masculino o femenino. Así que es posible que Safu piense que la persona a la que persiguió Shion es una mujer, en vez de un hombre. 






















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