A continuación de la Parte II
...
Mamá estaba sentada en el sofá de la sala, absorta en la pantalla plana colgada en la pared. Ella notó que entré yo, y apuntó a la pantalla, en la que una presentadora del telediario con el pelo largo y liso estaba transmitiendo una advertencia a todos los residentes de Chronos.
Un convicto se había escapado del Centro Penitenciario en la Cuadra Oeste, y fue visto por última vez huyendo hacia el área de Chronos. Con relación al huracán también, el área iba a ponerse en modo de cierre de emergencia esa noche, y a todos, excluyendo casos especiales, se les prohibió salir de sus hogares.
El rostro de Nezumi se apareció en la pantalla, debajo de lo cual, las palabras «VC103221» subió en letras rojas.
—VC...
Me llevé una cucharada de torta de cereza a la boca.
Cada año, sin falta, Mamá horneaba una torta de cereza para mi cumpleaños, que se debió a que Padre había traído a casa una torta de cereza el día que nací.
De acuerdo con lo que dijo Mamá, mi padre era un caso perdido que con derroche se daba el gusto en gastar dinero y en las mujeres, pero, más que nada, en la botella, y estaba a tiro de piedra de ser un alcohólico. Él había vuelto a casa un día en su embriaguez después de haber comprado tortas de cereza —tres— que estaban tan buenas que ella no podía evitar recordar su sabor cada vez que llegaba el 7 de septiembre. Mis papás se divorciaron dos meses después del incidente con la torta de cereza, así que, desafortunadamente, no tengo ningún recuerdo de mi caso perdido de un padre que estaba a tiro de piedra de ser un alcohólico. Pero no era inconveniente, ya que después de haber sido clasificado como uno de rango superior, Mamá y yo obtuvimos el derecho a vivir en Chronos, junto con el seguro completo de nuestras condiciones de vida, incluso esta casa modesta y bien equipada. No en absoluto había ningún inconveniente.
—Acabo de recordar: el sistema de seguridad del patio aún está apagado. No pasa nada por dejarlo apagado, ¿no?
Mamá se levantó despacio. Ella había subido de peso recientemente y parecía que le costaba esfuerzo moverse.
—Es un dolor de cabeza, esa cosa. Incluso un gato que salta por encima de la valla activa la alarma, y la gente del Departamento de Seguridad viene cada vez para comprobar. Qué molestia.
Casi como si estuviera en correlación con su aumento de peso, ella había empezado a llamar las cosas un «dolor de cabeza» cada vez más a menudo.
—Pero míralo, todavía es tan joven. Un VC... Me pregunto qué ha hecho.
VC, o el v-chip, era la abreviatura de chip de violencia, y originalmente era un término utilizado en Estados Unidos para un semiconductor que se usaba para censurar contenidos de televisión. Con este chip, se podía programar la televisión para que no mostrara escenas violentas o perturbadoras. Si no recordé mal, este término se usó por primera vez en la revisión de 1996 de la Ley de Telecomunicaciones¹.
Sin embargo, en Núm. 6, el término VC tenía un significado más pesado. Los perpetradores de asesinatos, tentativa de asesinato, robo, agresión y de otros delitos violentos estaban sujetos a que se les plantara este chip dentro del cuerpo, lo que permitía a las computadoras rastrear cada ubicación, condición e incluso cada fluctuación emocional del convicto. VC era un término que usábamos para los criminales violentos.
“Pero, ¿cómo sacó el chip?”, pensé.
Si el VC todavía estaba dentro de su cuerpo, entonces se podría localizar de inmediato su ubicación con el sistema de rastreo de la ciudad. Debería haber sido fácilmente posible arrestarlo sin que ningún ciudadano se diera cuenta. Hacer pública la noticia de su fuga e imponer un cierre de emergencia solo significaría que no habían podido encontrar su ubicación.
“¿Puede ser que esa herida de bala haya ...? No, puede ser”, pensé.
Nunca había visto yo una herida de bala en un humano, pero pude notar que indudablemente vino de haber recibido un disparo a distancia. Si él mismo se hubiera disparado cercenando el chip junto con la carne del hombro, habría tenido una herida más grave, con quemaduras y todo eso. Mucho más grave.
—Bastante aburrido, ¿no? Qué pena, ya que es tu día especial —Mamá suspiró mientras espolvoreaba copos de perejil sobre la olla de guisado sentada sobre la mesa. «Aburrido» era otra palabra que Mamá usaba más a menudo en estos días.
Mamá y yo éramos muy similares. Ambos éramos un poco hipersensibles y no nos gustaba socializar mucho. La gente a nuestro alrededor era simpática, tan simpática que no había nada malo que decir de ellos. Mis compañeros de clase, los ciudadanos a nuestro alrededor, eran agradables, inteligentes y se comportaban bien. Nadie alzaban la voz para insultar a nadie, ni trataban a nadie con hostilidad. No había gente extraña ni taimada. Todo el mundo mantenía estilos de vida tan meticulosamente saludables que incluso las figuras ligeramente rollizas como la de mi mamá eran raras. En este mundo tranquilo, invariable y uniforme en el que todos se veían iguales, mi mamá engordaba cada vez más, cada dos palabras «un dolor de cabeza» o «aburrido»; y empecé a encontrar opresiva la presencia de otras personas.
Rómpelo.
Destrúyelo.
¿Destruir qué?
Todo.
¿Todo?
La cucharada se me escapó de la mano y se cayó repiqueteando al suelo.
—¿Qué pasa? Estabas en la luna. —Mamá me miró inquisitivamente con su cara redonda que esbozó una sonrisa—. Eso es raro de tu parte, Shion, desconectándote así. ¿Quieres que desinfecte esa cucharada?
—Oh, no. No es nada del otro mundo. —También le sonreí. Me latía el corazón tan rápido que me costaba respirar. Me bebí el agua mineral de un trago. Heridas de bala, sangre, VC, ojos grises: ¿qué eran todas estas cosas? Nunca habían existido en mi mundo hasta ahora. ¿Y qué asunto tenían, tan repentinamente entrometiéndose en mi vida?
Yo tenía una premonición efímera, una sensación de que se avecinaba un gran cambio. Igual que un virus que entra en una célula y la muta o la destruye totalmente, tenía una sensación de que este impostor trastornaría el mundo en el que vivía yo, y lo destruía completamente.
—¿Shion? De veras, ¿qué te pasa? —Mamá me miró la cara de nuevo, su expresión preocupada.
—Lo siento, mamá, ese informe me está molestando. Voy a comer en mi habitación —mentí, y me puse de pie.
—No enciendas la luz —me mandó una voz baja tan pronto como entré a la habitación. No me gustaba la oscuridad, así que normalmente dejaba encendida la luz; sin embargo, ahora estaba muy oscuro.
—No puedo ver nada.
—No es necesario que lo hagas.
Pero si no podía ver, no podía moverme. Me quedé allí, sin poder hacer nada, con el guisado y la torta de cerezas en las manos.
—Algo huele bien.
—Traje un poco de guisado y una torta de cerezas.
Oí un silbato de aprecio en la oscuridad.
—¿Quieres un poco?
—Por supuesto.
—¿Vas a comerlos en la oscuridad?
—Por supuesto.
Cuidadosamente, avancé el pie despacio; pude oír una risita baja.
—¿Ni siquiera puedes encontrar tu camino en tu propia habitación?
—No resulto ser nocturno, gracias. ¿Puedes ver en la oscuridad?
—Soy rata; por supuesto que puedo.
—VC103221.
En la oscuridad, pude sentir que Nezumi se detenía en seco.
—Estabas por todas partes en las noticias. Famoso.
—Jah. ¿No me veo mucho mejor en la realidad? Oye, esta torta está buena.
Se me estaban acostumbrando los ojos a la oscuridad. Me senté en la cama y miré a Nezumi con los ojos entrecerrados.
—¿Puedes escapar bien?
—Por supuesto.
—¿Qué hiciste con el chip?
—Aún está dentro de mí.
—¿Quieres que te lo saque?
—¿Cirugía de nuevo? No gracias.
—Pero...
—No importa. Esa cosa es inútil ahora de todos modos.
—¿Qué quieres decir?
—El VC solo es un juguete. Desactivarlo es pan comido.
—Un juguete, ¿eh?
—Sí, un juguete. Y déjame decirte algo: esta ciudad en sí misma es como un juguete también, un juguete barato que es bonito solamente por fuera.
Nezumi hubo devorado el guisado y la torta, dando un suspiro de contento.
—¿Entonces estás seguro de que vas a escapar cuando la ciudad está en alerta máxima?
—Por supuesto.
—Pero hay un estricto control de seguridad para los intrusos que no están registrados; hay todo un sistema implementado por toda esta zona para personas así.
—¿Crees que sí? El sistema de esta ciudad no es tan perfecto como crees que es. Carece de ilación.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Porque no soy parte del sistema. Todos ustedes han sido programados muy bien para creer que este lío endeble y falso es la utopía perfecta. O, no, tal vez eso es lo que ustedes quieren creer.
—Yo no.
—¿Eh?
—No creo que este lugar sea perfecto —las palabras me salieron disparadas de la boca. Nezumi hizo silencio. Solo había una vastedad de la oscuridad ante mí y no podía sentir su presencia en absoluto. Tenía razón, era como una rata, un roedor nocturno escondido dentro de la oscuridad.
—Eres extraño —dijo bajito, en una voz aún más baja que antes.
—¿De verdad?
—Lo eres. Eso no es algo que una superélite pueda decir. ¿No te meterías en problemas si se enteran las autoridades?
—Sí. Grandes problemas.
—Acabas de albergar a un VC fugitivo y no lo denunciaste a la Agencia... Si se lo enteran, eso es un problema aún más mayor.
—Lo sé.
Nezumi de repente me agarró el brazo y sus dedos me clavaron en la carne.
—¿De verdad? Quiero decir, no es problema mío lo que te sucede, pero si terminas aniquilado por mi culpa, no me gustaría, y me sentiría como si hiciera algo horrible...
—Eso es considerado de tu parte.
—Mamá siempre me decía: "no des problemas a otras personas" —dijo ligeramente.
—Entonces, ¿vas a salir?
—No. Estoy cansado y hay un huracán afuera. Y por fin tengo una cama y voy a dormir aquí.
—Decídete.
—Papá siempre me decía que separara mis maneras públicas de mis sentimientos privados.
—Parece un buen padre.
Sus dedos me retiraron del brazo.
—Supongo que tuve suerte de que fueras extraño —dijo Nezumi suavemente.
—¿Nezumi?
—¿Hm?
—¿Cómo llegaste a Chronos?
—No te lo voy a decir.
—¿Te escapaste del Centro Penitenciario y entraste a la ciudad? ¿Incluso es posible eso?
—Por supuesto que es posible. Pero no entraste a Núm. 6 por cuenta mía; alguien me dejó entrar. Sin embargo no es como si quisiera venir aquí.
—¿Te dejó entrar?
—Sip. Me escoltaron, se puede decir.
—¿Escoltar? ¿Por la policía? ¿Adónde?
El Centro Penitenciario se ubicaba en la Cuadra Oeste, una zona de alta seguridad. Cualquiera que quisiera entrar a Núm. 6 tenía que solicitar permiso a la agencia. Aquellos que tenían permisos especiales de entrada eran libres de entrar y salir, pero he oído hablar de que los nuevos solicitantes tenían que esperar como mínimo un mes a que incluso se aprobara su formulario (y de que generalmente solo menos del 10 % son admitidos). También se restringía severamente el número de días que se permitía estar dentro de la ciudad. Naturalmente, la gente comenzó a acumular dentro de la Cuadra Oeste; más personas que esperan que se procesen sus permisos significaba que más alojamientos y restaurantes bordeaban las calles para servirles. Aun así, más personas llegaban a raudales para trabajar o hacer negocios allí. Nunca he estado en la Cuadra Oeste yo mismo, pero he oído hablar de que es un lugar aleatorio pero animado. El índice de criminalidad allí es alta; la mayoría de los VC que llenan las celdas del Centro Penitenciario son residentes de la Cuadra Oeste. Las sentencias que van desde un año hasta cadena perpetua se dan en función de la edad, el historial criminal y del grado de violencia del crimen; no hay una pena de muerte. La Cuadra Oeste servía de un tipo de fortaleza que contenía todas las personas y cosas de naturaleza criminal y que les impedía entrar a la ciudad. Así que para que un VC sea escoltado de allí al interior del muro de la ciudad: ¿a dónde se dirigieron? ¿Y por qué motivo?
Nezumi se metió en la cama.
—Probablemente la Gota de Luna.
—¡Ayuntamiento! —exclamé—. ¿El centro de la ciudad? ¿Por qué?
—No te lo voy a decir; es probable que no debas saberlo de todos modos.
—¿Por qué no?
—Estoy cansado. Déjame dormir.
—¿Es algo que no me puedes decir?
—¿Puedes garantizar que puedes completamente olvidarte de todo una vez que lo has escuchado? ¿Fingir que no escuchaste? ¿Mentir descaradamente que no sabes nada? Puede que seas inteligente, pero no eres adulto. No puedes mentir tan bien como eso.
—Supongo, pero...
—Entonces, no me preguntes en primer lugar. A cambio, no se lo voy a decir a nadie tampoco.
—¿Eh? ¿Acerca de qué?
—Acerca de cómo estuviste gritando por la ventana.
Me hubo visto y pude sentir que mi cara se enrojece de vergüenza.
—Me agarró desprevenido completamente. Me colé en tu patio y me pregunté qué hacer a continuación, y de repente se abrió la ventana y asomaste la cara.
—Oye, espera un minuto...
—Estaba mirando lo que harías después, y entonces, esta vez, empezaste a gritar. Me agarró desprevenido otra vez. No creo que nunca he visto a alguien gritar con una cara como...
—¡Cállate!
Me lancé contra Nezumi, pero lo único que sentí fue la almohada cuando me caí encima. En un abrir y cerrar de ojos, Nezumi se levantó; me deslizó una mano debajo del brazo, y con un giro rápido, me volteó boca arriba. Nezumi se subió a mí y me inmovilizó ambos brazos con una mano; se sentó a horcajadas con ambas piernas sobre mis caderas y las presionó duro. Por un instante, sentí un hormigueo de entumecimiento que me atravesó las piernas hasta los dedos de los pies. Me parece impresionante. En el lapso de un instante, me había quedado atrapado, inmovilizado y clavado a mi propia cama. Con su mano libre, Nezumi giró la cuchara sopera, me presionó el mango contra la garganta y a lo largo de ella la deslizó ligeramente; se agachó para que sus labios estuvieran junto a mi oreja.
—Si este fuera un cuchillo —susurró—, estarías muerto.
Se me retorció un músculo de la garganta. Increíble.
—¡Qué increíble! ¿Hay algún truco para hacerlo?
—¿Eh?
—¿Cómo puedes inmovilizar a alguien tan fácilmente? ¿Hay terminaciones nerviosas especiales que presiona o algo?
Se relajó la fuerza que me presionaba. Nezumi se hundió encima de mí, temblando: se reía.
—No puedo creerlo; eres gracioso. ¡Qué natural! —dijo con la voz entrecortada.
Envolví los brazos alrededor de Nezumi y le metí las manos por la parte posterior de la camisa. Estaba caliente. Su piel ardiente estaba empapado con sudor.
—Lo sabía... tienes fiebre. Debes tomar esos antibióticos.
—Estoy bien... solo quiero dormir.
—Si no bajas la fiebre, te agotará aún más. Ardes de fiebre.
—Estás bastante caliente también —Nezumi suspiró profundamente, y murmuró con descuido—. Las personas vivientes están calientes.
Se quedó quieto, y poco después, podía oír respiraciones tranquilas y uniformes que salía de él. Con su cuerpo febril aún en mis brazos, antes de que me diera cuenta, yo también me estaba quedando dormido.
Cuando me desperté la mañana siguiente, Nezumi se había ido. La camisa a cuadros, la toalla y el botiquín de primeros auxilios se fueron con él.
Notas de la traductora:
1. La Ley de Telecomunicaciones de 1996 fue una importante reforma de la política de telecomunicaciones en los Estados Unidos, lo que reescribió la Ley de Comunicaciones de 1934, regulando y prohibiendo ciertas actividades relacionadas con medios y dispositivos de telecomunicaciones.
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