sábado, 25 de enero de 2025

[Novela] Núm. 6—Volumen 1, Capítulo 2, Parte III

 A continuación de la Parte II

...

"Esperanza", repitió la palabra calladamente. Era una palabra que no había usado desde hace años. No era dulce ni amarga, pero despacio lo calentó de lo profundo de su cuerpo. 

"Esperanza. ¿Qué espero?", pensó. 


Había colapsado su futuro prometido. Lo que le quedaba ahora eran su madre, el salario escaso de su trabajo y su propio cuerpo de dieciséis años. ¿Qué esperanza se encontraba en aquellos? No estaba seguro. Pero estaba seguro de que tampoco había perdido la esperanza por completo. 

Entraron a la estación. El distrito de casco antiguo en el que vivía Shion estaba situado adyacente a la Cuadra Oeste y a la frontera de la ciudad, funcionando como algún tipo de zona neutral entre el centro de la ciudad y la Cuadra Oeste, que se llamaba Pueblo Perdido. Estaba a años luz de la tranquilidad del centro de la ciudad; era un lugar miserable que se poblaba densamente de gente. La estación en la que estaban también estaba llena de gente. El aroma débil de la comida frita en abundante aceite y del alcohol flotaba por el aire. 

—Estoy bien desde aquí. —Safu paró. 

Había un insecto negro y alado encima del hombro de ella. Quitándolo, Shion le hizo una pregunta desenfadada: 

—Ten cuidado. Oh, ¿me repites cuándo te vas para tu intercambio?

—En dos días. 

—¡Dos días! —exclamó Shion—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Se debe a que no quería hacerlo. ¿Me habrías dado una fiesta de despedida si yo lo hiciera? —Safu asomó la barbilla con actitud desafiante—. Shion, te quiero pedir algo. 

—Claro, si me las arreglo para hacértelo llegar a tiempo... 

—Tu esperma —Safu le miró a los ojos de Shion cuando ella dijo esas palabras, sin pestañear ni una vez. 

Shion la miró boquiabierto. 

—¿Me oíste? Quiero tu esperma. 

—Eh... ¿Qué? Safu... este... 

—De todas las personas que conozco, probablemente serías el donante de esperma más exquisito. Tu esperma y mi óvulo. ¿No crees que produciría el hijo más perfecto? Lo quiero, Shion; quiero tu esperma. 

—La inseminación artificial se necesita permiso de la ciudad —contestó Shion con cautela.

—Obtener permiso sería fácil. La ciudad fomenta la inseminación artificial entre personas que poseen ADN excelente y habilidades superiores. 

Shion tragó y se apartó. El insecto alado cruzó su línea de visión, zumbando sin parar. La irritación brotó dentro de él. 

—Safu, no sé si te he dicho esto, pero nunca he conocido a mi padre. No conozco su personalidad, su estatura ni si tenía alguna enfermedad. 

—Lo sé. Pero los padres no tienen importancia. Ya se ha descifrado el 99 % del genoma humano. Puedo enterarme de todo lo que necesito saber sobre tu información genética. 

—Y entonces... si consigues la información y hay algo ahí dentro que no quieres, ¿qué vas a hacer?

—Pues... 

—Safu, ¿qué me estás tratando de decir? ¿Crees que un ser humano es completamente lo que su secuencia de bases del ADN nos dice que es? Claro, puedes buscar mi ADN y analizar mis genes, pero, ¿qué te va a decir eso de mí? Hablas de tener hijos como si sea fácil, pero... 

—¡Sé mucho más de ti que crees! —lo interrumpió estridentemente la voz de Safu. Las personas giraron las cabezas cuando pasaban—. Hemos estado juntos desde que teníamos dos años. Sé qué clase de persona eres, lo que te gusta hacer... lo sé. Lo sé, y aún te estoy diciendo esto: eres el que no sabes nada. 

—¿Qué?

Safu murmuró algo, pero no pudo entenderlo. Se inclinó hacia ella un poco para poder oír mejor. 

—Quiero tener sexo contigo. 

Sus palabras le sonaron claramente al oído. 

—Safu...

—No quiero tu esperma. No quiero la inseminación artificial. No me importa tener hijos o no. Quiero tener sexo contigo. Eso es todo. 

—Espera, eh... espera un minuto... Safu, yo...

—Ahora mismo. 

Shion inhaló. El aroma grasiento de la comida frita flotó dentro de sus narinas. El reloj dio las ocho en punto.

—Ahora no. 

—¿Por qué no? ¿Se debe a que no te interesa por mí? ¿O se debe a que no te interesa el sexo? 

—Me interesan los dos. Pero... no quiero hacerlo, ahora no, contigo.

—Entonces, ¿se debe a que es conmigo?

—No... mi cuerpo probablemente respondería sin contratiempos. Incluso ahora estoy... pero... pero es por eso que no quiero hacerlo. No quiero acostarme contigo por impulso. 

—Sabes que eso es como decir que nunca me has visto de esa manera antes. 

—Sí. Siempre te he considerado una amiga. 

—No lo puedo creer —suspiró Safu de exasperación—. ¿Por qué eres tan infantil? Lo que sea. Me voy a casa. 

—Safu, en dos años... 

—¿Hum?

—Tu intercambio dura dos años, ¿verdad? Cuando vuelves, pregunto esta vez. 

—¿Si quiero tener sexo?

—Sí. 

—Eres un genuino idiota si alguna vez vi uno. No sé cómo has podido llegar tan lejos siendo tan despreocupado. 

—Ten cuidado. No trabajes demasiado duro.

—Oh, puedes contar conmigo para trabajar duro. Trabajaré tan duro que mantendrá alejados a todos los chicos. 

Al decirle adiós con la mano de manera informal, Safu se dio la vuelta y dejó salir un pequeño chillido. Un animal pequeño y gris pasó a toda la velocidad por los pies de Safu y se apresuró a subir el cuerpo de Shion. 

—¡Un ratón!

Un pequeño ratón, aproximadamente del tamaño del meñique de Shion, se sentó encima de su hombro, moviendo la nariz. 

—Me sorprende ver ratones en esta ciudad. Pero es un poco lindo —reflexionó Safu. 

—Bastante amable también. 

El ratón acercó la cara al oído de Shion. 

—Todavía un nato —susurró. 

Sintió que una descarga eléctrica lo atravesaba. Agarró al ratón, pero se escapó de las manos, saltó de su hombro y corrió a toda velocidad hacia la salida de la estación. Cierto, este era un distrito más antiguo, pero Pueblo Perdido todavía estaba dentro de los límites urbanos, y los ratones eran raros. La Agencia de Salud e Higiene se encargó de la exterminación completa de todas las pestes, ya sea un animal o insecto. La gente no estaba acostumbrada a ver el ratón que pasó a toda velocidad por los pies. Chillidos de sorpresa y arranques de actividad frenética surgieron de la multitud. 

Al final de la misma, Shion vio un par de ojos grises —fue solo por un momento fugaz— y una descarga le atravesó el cuerpo otra vez.

—¡Nezumi!

—Shion, ¿qué pasa?

—Safu, puedes llegar a casa por ti misma, ¿verdad?

—¿Qué? Por supuesto. Estaba a punto de hacerlo, ¿no? ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan perturbado?

—Lo siento... 

Después de que se separaron aquí, no volvería a ver a Safu hasta dos años. Sabía que tenía que darle una despedida adecuada, o, por lo menos, observar su espalda en retirada hasta que desapareciera en la multitud que se empuja. Ya sea que fueran a tener relaciones sexuales o no, eso no cambiaba el hecho de que Safu era importante para él. Sabía bien que esto estaba lejos de la despedida adecuada que ella merecía. Lo sabía. Pero se barrió instantáneamente lo que creía conocer tan bien. Su cuerpo se movió por sí solo, desafiando su pensamiento racional. Sí, había experimentado esto hace cuatro años, eso que sabía que el raciocinio siempre tenía razón. 

Enciende el sistema de seguridad, notifica a la Agencia de Seguridad, quita la presencia extranjera: lo había desafiado todo. Era lo mismo ahora. Dejó que sus sentimientos controlaran sus acciones. 

Había comenzado a llover afuera. Las gotas de lluvia le golpearon la mejilla. En la multitud de personas que caminan rápidamente de allá para acá, no se veía ni una cara conocida. 


—¡Shion! —Karan saludó a su hijo en la puerta y abrió los ojos de par en par—. ¡Estás empapado! ¿Qué estabas haciendo?

—Caminando. 

—¿En esta lluvia? ¿De dónde?

—La estación. 

—¿Y por qué razón te dejaste mojar?

—Estaba calmándome. 

—Calmándote, ¿eh? Despreocupado como siempre, ¿no?

Safu acababa de usar las mismas palabras momentos antes. Shion se rio de sí mismo y empezó a secarse el pelo con una toalla. De repente, se había hecho mucho frío desde que empezó a llover; el antiguo calentador de queroseno zumbaba para mantener calentita la habitación. Karan bostezó. Ya era la hora de que ella durmiera. Escondida en una esquina de Pueblo Perdido, Karan operaba una panadería. Era pequeña, con sola una vidriera. Pero la gente parecía sentirse atraída por el aroma del pan recién salido del horno que flotaba de las puertas cada mañana, y el negocio estaba en auge. Ella abría temprano, por lo que, también se acostaba temprano. Eran casi las nueve, lo que para Karan era como la medianoche. 

—Estoy pensando en aumentar la tanda de panecillos de mantequilla mañana, y tal vez en ser un poco más aventurera y tratar de vender algunos pasteles sencillos, además de las magdalenas que vendemos. ¿Qué te parece? 

—¿Algo como el pastel de cereza? 

—A eso me refiero. Una cosita que la gente puede comprar como tentempié, pero un poco más de calidad superior que el pan o las magdalenas. Un recuerdo pequeño para un día especial, o algo así. 

—Me parece bien —exclamó entusiasmado Shion. 

—¿No te parece así? Y creo que tener los pasteles en la vidriera animaría un poco las cosas. 

Shion asintió con la cabeza, y comenzó a salir de la sala. En esta casa, no podían darse el lujo de tener habitaciones privadas. Karan dormía en un rincón de la sala, y Shion dormía en el almacén. 

—Shion —lo llamó su madre y él se dio la vuelta—, ¿ocurrió algo?

—¿Eh?

—¿Te pasó algo que te haría necesitar calmarte? —continuó Karan sin esperar la respuesta de Shion—. Cuando regresaste a casa, pareciste un poco aturdido. Ni siquiera parecías darse cuenta de que estabas empapado. Y... incluso ahora... 

—¿Ahora?

—Pareces distraído, pero, a lo mejor, un poco perturbado... es una cara extraña que tienes puesta. ¿Quieres que te traiga un espejo?

Shion exhaló de modo cortante. 

—Alguien murió en el parque hoy. 

—¿Qué? ¿En el parque forestal? No había nada en las noticias al respecto. 

¿Nada en las noticias? ¿Significaba eso que el hombre murió de causas naturales? Aunque repentino, quizás era explicable. No ha de ser suficiente para ser noticia, sola una muerte normal. Shion sacudió la cabeza. Por supuesto que no. El tiempo que tardó ese cuerpo en volverse rígido, la expresión en su cara, la mancha verde, era todo demasiado anormal. 

A la Agencia de Seguridad solo le había explicado lo que había encontrado en la escena. Fingió que no se había dado cuenta del rigor mortis ni de la mancha; sintió que tenía que hacerlo. No sabía por qué, pero una voz por dentro le había dicho que se hiciera el tonto, que mintiera. Del mismo modo que podría percibir el peligro un animalito, su instinto le había advertido. El instinto, ahí estaba otra vez. No actuaba a base de la razón, sino que por capricho. Les daba la espalda a la lógica y el sentido solo con demasiada facilidad para sucumbir a la emoción instintiva. Shion suspiró con fuerza. Le costaba un poco respirar. 

—¿Y, por eso, estás perturbado?

—Pues, sí. Nunca he visto un cadáver. 

"Miento, Mamá. Vi esos ojos de nuevo hoy. Vi a Nezumi. Presiento que algo pasará. Por eso...", pensó. 

Karan sonrió y le deseó una buena noche. Fue una sonrisa amable. A ella él le deseó una buena noche en respuesta, y salió de la sala. 

La estatura de Karan todavía era regordeta, pero parecía mucho más joven que antes. Parecía que no se había tomado demasiado a mal la mudanza de Chronos a Pueblo Perdido. A menudo sonría mientras hablaba de lo agradable era hornear pan y de lo inspirador era cuando lo compraba la gente. No era solo por amabilidad o por el deseo de tranquilizar a su hijo. Karan no se desesperaba en absoluto por su vida aquí. En Chronos, todo se les dio, pero su vida en Pueblo Perdido era algo que Karan había desarrollado con sus propias manos. Por eso, Shion no quería destruirla. No quería desarraigar toda su vida como lo hizo hace cuatro años. No quería involucrarla en problemas otra vez. 

Shion se cayó a la cama. Sintió escalofríos y tenía un dolor sordo en la parte posterior de la cabeza. Cuando cerró los ojos, una oleada de imágenes pasaron a toda velocidad por los párpados: la mancha verdosa, la lechuga abandonada, la camisa rosada, la cara de Safu, "quiero tener sexo", el ratón que se apresuró a subir su cuerpo y "todavía eres un natural". Se calentó el núcleo del cuerpo. Se aceleró el latido del corazón. No fue un sueño. No fue una ilusión. Nezumi existió allí en la multitud en la estación. 

"Esa fue una aparición llamativa que hizo ahí atrás", pensó. 

—Pendejo —murmuró en voz baja. ¿Qué se suponía que debía esperar de esa corta aparición? ¿Qué planeaba hacer Nezumi?

Shion se incorporó en la cama. Aparte de Safu, ¿Estaban conectados de algún modo el cuerpo en el parque y Nezumi? La misma noche que descubrió el cuerpo, apareció Nezumi. ¿Fue una coincidencia? Si estaban relacionados, ¿cómo...?

Un repique interrumpió sus pensamientos. El teléfono celular en su tarjeta de DNI sonaba. No podría ser. Sabía que no podía ser Nezumi, pero latía fuerte el corazón. Temblaban los dedos cuando agarró la tarjeta. Aparecieron rápidamente letras blancas en la pantalla: Safu. Tocó el botón Hablar y se cambió la pantalla a la cara de Safu. 

—Shion, ¿dormías?

—Ah... eh, no.

Había olvidado. Debería ser él quien le devolviera la llamada y terminara de decirle el adiós que él había dejado colgando. 

—Safu, lo siento por antes. Yo...

—Esa persona era tan importante para ti, ¿no?

La cara de Safu esbozó una sonrisa burlona; era a la vez serena y bonita. 

—Nunca te he visto así. ¿Sabes qué tipo de expresión que tuviste puesta?

—¿Eh? Espera... ¿Me veía tan mal?

—Fue muy interesante, de hecho. Me mantuvo entretenida todo el rato. Primero, fue estupefacción, y luego, pues, a ver, ¿cómo se podría llamarlo? ¿Alegría? ¿A lo mejor, encantador? Lo suficiente como para borrar todo lo demás de la mente. Y después, se fue directamente de la estación, dejándome atrás sola. Cuento triste, ¿no? Lo sé. 

—Lo siento mucho. No puedo disculparme suficientemente veces. 

—Lo diré. De nada. Al menos tuve la oportunidad de ver un nuevo lado de ti; nunca te he visto con ese tipo de cara. Entonces, Shion, ¿quién es el que te hace ver así? ¿Era ella¹ tan importante como para que lo dejaras todo y la persiguieras?

—Sí. —Incluso se sorprendió a sí mismo con su afirmación rápida—. Este, Safu, no me malinterpretes. No es una novia, ni nada por el estilo. Eh... en realidad, no lo puedo explicar bien, pero...

—También es la primera vez que te veo atascarte contigo mismo tratando de explicar cosas. Eso está bien si tienes una novia. No me importa si ya tienes a alguien en mente. No, fue una mentira esa. Mírame, siempre intento poner buena cara en cualquier situación. Es mala costumbre mía. 

—Eso no es cierto —replicó Shion—. Siempre eres sincera contigo misma. 

—Solo delante de ti. ¿No te diste cuenta? —continuó Safu, y se volvió seria su expresión. 

—Safu, de veras, este... cuídate. Cuando nos reunimos en dos años...

—Te quiero, Shion. Más que a nadie más. 

Se murió la línea sin esperar su respuesta. Podía oír el tamborileo de la lluvia. Pensó que vio mover en una esquina de la habitación. 

—¿Nezumi?

En medio de las bolsas de harina y de azúcar en el almacén, solo resonaba el sonido de la lluvia. Shion abrazó las rodillas y se quedaba sentado calladamente en la oscuridad, prestando oído a su llovizna continua. La lluvia no mostró signos de empeorar ni de amainar y continuó durante el resto de la noche. 


Notas de la traductora: 

1. En japonés, el pronombre puede ser masculino o femenino. Así que es posible que Safu piense que la persona a la que persiguió Shion es una mujer, en vez de un hombre. 






















miércoles, 8 de enero de 2025

[Novela] Núm. 6—Volumen 1, Capítulo 2, Parte II

 A continuación de la parte I 

...

—Shion. —Safu puso los codos sobre la mesa y cruzó las manos la una sobre la otra. Ella puso la barbilla sobre ellas y miró a Shion—. Te quiero preguntar algo. 

—¿Qué?

—¿Hace cuatro años por qué no te inscribiste en el Currículo para Superdotados? —Era como si su pregunta lo calara. Shion rompió un pedacito del pastel de manzana débilmente dulce en las manos. El relleno rezumó sobre el plato. 

—¿Por qué preguntas ahora?

—Porque quiero saber. Incluso desde un punto de vista objetivo, eras un estudiante estelar. Absorbías bien la información y sabías aplicarla. Todos los maestros tenían altas expectativas para ti. 

—Me das demasiado crédito. 

—Es la verdad. Los números lo demuestran. ¿Quieres que te muestre tu prueba de habilidades otra vez de hace cuatro años?

—Safu. —Tenía un sabor amargo en la boca. Se sentía como si estuviera brotando de lo más profundo de su cuerpo—. ¿De qué sirve preguntarme esto ahora? Hace cuatro años, decidieron que no estaba cualificado para el Currículo para Superdotados, así que perdí todos los privilegios especiales. No «elegí» no inscribirme, no «pude» hacerlo. Ahora trabajo para la Administración del Parque para pagar la matrícula, y estoy tomando clases de taller de la Agencia Laboral. Pero mi asistencia no ha sido buena, así que ni siquiera estoy seguro de poder graduarme. Así es la realidad. Así es la verdad de la que hablas, Safu. 

—¿Y por qué perdiste tu privilegio? 

—No quiero hablar de eso. 

—Pero me encantaría que me lo dijeras. 

Shion terminó de lamer la corteza de tarta de los dedos y cerró la boca firmemente. No quería hablar de eso. O, más bien, no pudo pensar en ninguna explicación que hiciera entender a Safu. 

La razón fue simple: había protegido a un VC por la noche y lo había dejado escapar. La Agencia de Seguridad lo había descubierto. Les había parecido sospechoso que su madre Karan hubiera dejado apagado el sistema de alarma y que Shion hubiera dejado apagado el sistema de detección de objetos extraños en su propia habitación. Los sistemas de seguridad de cada casa se conectaban al sistema computacional de la Agencia de Administración Central y se podían rastrear fácilmente. 

No había pasado ni una hora después de que Nezumi había desaparecido cuando los funcionarios de la Agencia de Seguridad tocaron a la puerta. Fue el comienzo de su interrogatorio largo y persistente. 

—¿Sabías que era un VC, entonces?
—Sí. 
—¿Por qué no llamaste a la policía de inmediato?
—Pues...
—Contesta mi pregunta. No es necesario apresurarte; solo danos una respuesta clara y precisa. 
—Se debió a que se veía de la misma edad que yo y se lesionó gravemente, así que me sentí apenado por él... 
—Así que empatizaste con este VC; no te pusiste en contacto con la policía, sino que más bien curaste sus heridas y le ayudaste a escapar. 
—Resultó así, sí.
El funcionario de investigaciones e interrogatorios de la Agencia de Seguridad se llamaba Rashi. Habló suavemente durante toda la reunión, sin alzar la voz ni una vez ni sin levantar el puño con violencia. Incluso le dio una palmadita amable en el hombro y le dijo —"Ha sido difícil, lo sé. Gracias".— cuando se acabó la investigación rigurosa de dos días y liberaron a Shion. Pero los ojos de Rashi nunca sonrieron ni una sola vez, y Shion se había dado cuenta. Incluso ahora, cuatro años después, aquellos ojos sin sonreír entraban en sus sueños, con su mirada que lo perfora. Se despertaba en la mañana perturbado y empapado en sudor. 

Cuando pasó el huracán, a Shion y a Karan los expulsaron a las calles, bajo un cielo cegadoramente azul. No tenían dónde vivir ni un medio para ganarse la vida. El Currículo para Superdotados en la ecología de Shion se había convertido en algo más lejano e inalcanzable que las nubes que flotan en el cielo encima de ellos. 

Una certeza y una firmeza que tenía en las manos ayer mismo, hace solo unos momentos, se habían esfumado. Se habían dispersado en los vientos, más delicadas que las hojas que había visto ser azotadas en la tormenta. Era un sentimiento de pérdida que estaba sintiendo por primera vez en la vida. 

Núm. 6 no tenía un sistema de bienestar. Solo había un sistema jerárquico de seguros en función del nivel de contribución que unos pocos de ciudadanos que tenían que ofrecer a la ciudad. A Shion y a Karan, distando mucho de contribuir a la ciudad, los trataban como personas que no habían cumplido con su responsabilidad como ciudadanos. Estaban en el rango más bajo posible; eso significaba que, aparte de que se les permitía quedarse en la ciudad, estaban excluidos de cualquier ayuda o seguro. 

«Élite de placa de Petri»: Nezumi había utilizado ese término esa noche, y fue cierto. Se dio cuenta de la importancia de ello después de haber sido expulsado de su contenedor cerrado y protegido. Núm. 6 no era nada más y nada menos que un sistema de castas. La dinámica vertical de la población se ordenaba perfectamente en una estructura piramidal. Una vez que se caía de los niveles superiores, no era fácil subirse de nuevo. 


—Mírate, tan serio —Safu se rio—. Lo entiendo; si es tan difícil explicar, entonces no preguntaré. 

—Lo siento. —Shion levantó una mano y bajó la cabeza disculpándose. Se sintió aliviado de que ella no le preguntara más. Los eventos eran lo suficientemente fáciles de explicar. Quería decirle a Safu, para que ella supiera sobre los eventos dramáticos que había puesto patas arriba su vida. Pero lo que no podía entender, pareciendo no poder encontrar las palabras para explicar, eran sus propios sentimientos. Incluso se sorprendió a sí mismo con lo poco remordimiento que sentía. Se sintió conmocionado por la fragilidad de su posición, y más de una vez se encontró acurrucado, sin poder luchar con su sentimiento de pérdida. Pero ahora, después de cuatro años de superarlo todo, reflexionó. ¿Qué haría si pudiera atrasar el tiempo a ese día, en su duodécimo cumpleaños? ¿Habría llamado a la policía? ¿Habría activado el alarma de seguridad? La respuesta siempre era «no». 

Incluso si tuviera la oportunidad de volver a esa noche, habría hecho lo mismo. Habría albergado el viento y la lluvia y al intruso que vino con ellos. Lo sintió con certeza, y su certeza le hizo sentir cómodo. No era como si encontrara su vida más satisfactoria que antes; todavía tenía apegos profundos por la ecología, su ambiente de aprendizaje de última generación, su vida cómoda y, vergonzosamente, incluso por los premios, las palabras de elogio y ánimo y las miradas de admiración de las que fue el foco. Sin embargo, aun así, habría hecho lo mismo. Si aceptar a Nezumi significara su propia ruina, luego habría trillado hacia la ruina una y otra vez. No se arrepintió de lo que hizo, pero no pudo explicar por qué. Desde esa noche, otros huracanes vinieron y se fueron; escuchar los murmullos entusiasmados de las hojas en el viento, Shion no sentía arrepentimiento, sino que un sentido de añoranza. Era un deseo de verlo otra vez. 

Shion no estaba seguro de poder explicárselo bastante bien a Safu; no tenía más remedio que quedarse en silencio. 

—¿Nos vamos entonces, Shion? —Safu se puso de pie. El restaurante se había vuelto aún más concurrido, y ahora apenas podían oír las voces del otro. 

—Te acompaño a la estación —se ofreció Shion. 

—Por supuesto. Tendrías que ser realmente poco diplomático para dejar que una chica se vaya a casa sola, ¿no?

—Anda ya —replicó Shion—, los dos sabemos lo fuerte que eres, aunque parezcas pequeña y muy delgada. Y eres rápida. Siempre he pensado que eras más apta para las artes marciales que para la fisiología, en realidad. 

Caminaron hombro a hombro por la carretera hacia la estación. Excluyendo algunos restaurantes, los negocios trasnochados estaban prohibidos en la ciudad. En cuestión de horas, las multitudes de personas que caminan por las calles iban a desaparecer. Shion le dio un empujón ligero en la espalda de Safu. Sus últimas palabras habían sonado algo desalentadas a sus oídos. 

—¿Es esa la voz de alguien que ha aprobado los exámenes y que está a punto de irse de intercambio?

Safu levantó la cara y sonrió. 

—Estás celoso, ¿verdad?

—Sí. 

—Qué excesivamente veraz de tu parte. 

—Sé fiel a ti mismo, sé amable a los demás. Ha sido mi lema hoy en día.

—Mentiroso. 

—¿Eh?

—No estás celoso en absoluto. 

Shion paró en seco. Safu lo miraba fijamente con una actitud desafiante. Justo cuando iba a llamar su nombre, de repente le agarraron el hombro desde atrás. 

—Perdón. 

Shion se dio la vuelta. Un hombre estaba parado allí sonriendo. Era más bajo por una cabeza que Shion y llevaba un uniforme de la Agencia de Seguridad. Era azul marino de arriba abajo y estaba hecho de una tela especial llamada superfibra, que tenía cualidades impresionantes para su aspecto común y corriente. Con durabilidad que era diez veces mayor que la de acero, servía bastante bien para un chaleco antibalas; a la vez, dejaba pasar el aire fácilmente para que la prenda pudiera respirar. Había un número creciente de estos funcionarios de policía uniformados de la Agencia de Seguridad cuanto más se acercaban a la Cuadra Oeste. Shion con calma quitó la mano del hombre del hombro y habló: 

—¿Le puedo ayudar?

—Ah, pues... Solo quiero hacerles a ustedes dos un par de preguntas... ¿Cuántos años tienen?

—Dieciséis. 

—¿Los dos?

—Sí. 

—¿Ustedes saben que a los menores de dieciocho años se les prohíbe estar afuera después de las nueve¹?

—Sí, pero aún son antes de las ocho².

—Shion —susurró Safu bruscamente. Ella le decía que no discutiera. Pero el uniforme de la Agencia de Seguridad que estaba delante de él trajo recuerdos de los ojos de aquel funcionario de interrogatorio que se hacía llamar Rashi. En vez de sentirse intimidado, Shion se vio obligado a contraatacar. 

—Sus tarjetas de DNI, ustedes dos, por favor —tal vez se había fijado en la actitud rebelde de Shion, ya que el hombre se quitó la sonrisa completamente de la cara y les exigió sus tarjetas de identificación sin expresión. 

—Sus números de DNI, en orden. 

—SSC-000124GJ. 

—Qw-55142. 

El hombre sacó las tarjetas de su lector de tarjeta portátil, y giró para hacerle una reverencia a Safu. 

—Una estudiante del Currículo para Superdotados como usted misma no debería estar deambulando por estas zonas a una hora tan tarde. Le aconsejo que se vaya a casa. 

—Estaba en camino... Estaba caminando a la estación. 

—Permítame acompañarla hasta allá. 

—Gracias, pero no; él va a hacerlo. —Safu se aferró al brazo de Shion. 

—Voy a llevarla —dijo Shion de modo cortante—. Hacia allí nos dirigíamos desde el principio. Vámonos, Safu. 

Arrancando las tarjetas del apretón del funcionario, Shion agarró la mano de Safu y se fue dando zancadas rápidamente. Cuando se dio la vuelta unos momentos después, el hombre ya había desaparecido en la multitud bulliciosa. 

—Me asustó eso. —Safu se agarró el pecho—. Nunca en mi vida me ha regañado la Agencia de Seguridad. 

—Ocurre a cada rato —respondió Shion—. Si no tuvieras tu tarjeta del Currículo para Superdotados, nos habría interrogado aún más. 

—¿De veras?

—De veras —dijo Shion sombríamente—. Como el tren al que vas a subirte: con esa tarjeta de DNI, puedes circunvalar el vagón general y puedes viajar en el de clase especial. Así es la ciudad en la que vivimos. Todos se clasifican en categorías basadas en la habilidad, la riqueza y en todos estos factores. 

—No hables de ella así —protestó Safu—. No «se clasifican» las personas como «se clasifican» la basura y la mercancía. Las personas son personas; son humanos. 

—Safu, en esta ciudad, no importa si somos personas o no; importa lo útil que se sea para la ciudad. Eso es todo. 

—Shion...

—Antes, me llamaste un mentiroso. No lo soy. Por supuesto que estoy celoso. Tienes todos tus privilegios, y se te permite estudiar todo lo que quieras. Estoy envidioso, Safu. Incluso estoy resentido contigo. Tienes todo lo que no tengo —Shion hizo una pausa y dejó salir una respiración larga. Había ido demasiado lejos. Fue vergonzoso, bajo, bochornoso y patético. Se chasqueó la lengua de frustración. 

Safu suspiró también: 

—Todavía eres un mentiroso. 

—¿Eh?

—¿No me oíste? Todavía. Eres. Un. Mentiroso. Puedo agregar «grande» encima de eso, si quieres. Qué chico tan burro a quien que tengo entre manos. 

—Safu, ¿qué? ... —Shion comenzó exasperado. 

—Si realmente estuvieras celoso y resentido, no habrías podido soportar salir a comer conmigo. Pero tú, estás riendo, comiendo, manteniendo una conversación y estás mandándote un chiste como si fuera nada. 

—Oye, tengo un poco de orgullo también. Obviamente, no voy a estar abiertamente celoso. 

—Shion —dijo Safu con firmeza—, me especializo en las funciones cognitivas, la actividad cerebral y en su relación con las hormonas. 

—Lo sé. 

—Bien, porque si no lo hicieras, me habría puesto furiosa. No te lo he dicho una y otra vez para nada. Bueno —continuó ella rápidamente—, digamos que «estás» ocultando tu resentimiento y que finges estar pasando un buen rato conmigo. Sería de mucho estrés, ¿verdad?

—Supongo que sí... —respondió Shion incrédulamente. 

—«Sería» de mucho estrés. Y cuando se siente estresado, las glándulas suprarrenales desprenden hormonas esteroideas llamadas corticosteroides que influyen en el cerebro. Y lo que hace a la actividad cerebral es...

—Vale, Safu, lo entiendo —interrumpió Shion—. Basta ya. Guarda tu sermoneo para la próxima vez y te escucharé con atención... 

—Escúchame. No te sientes estresado; no estás resentido conmigo en absoluto. Shion, ¿qué es que quieres hacer?

—¿Eh?

—Si quieres continuar con tus estudios, puedes estar resentido conmigo. Pero no lo estás. Dijiste que tengo todo lo que no tienes. Entonces, ¿qué es que tienes? No puedes decir que no tienes nada —agregó ella apresuradamente—. La gente que no tiene nada... no... la gente que cree que no le queda nada, no puede sonreír como tú ni hablar como tú. Para que tus emociones no tengan ninguna influencia en tus acciones y para tener ese nivel de control perfecto, se necesita entrenamiento especial. No estás recibiendo entrenamiento especial. No creo que seas una persona demasiado emotiva, pero tampoco creo que tengas la capacidad de controlar el 100 % de sus emociones. La única razón por la que puedes tener conversaciones regulares conmigo y reírte en mi presencia se debe a que tienes un cierto nivel de seguridad emocional. 

—Safu, lo que acababas de decir, toda es aproximación teórica³. Los humanos tienen emociones complejas. No son como ratas de laboratorio. No creo que se pueda explicar cómo las emociones influyen en las acciones de las personas tan fácilmente. Es arrogante creer que la ciencia puede explicar todo al respecto de la naturaleza humana.

Safu se encogió de hombros. Se acercaron a la estación. 

—No sabía que querías volverte en un escritor. 

—Safu —dijo Shion con cansancio. 

—Entonces, digo esto en un contexto literario. La seguridad emocional... así que hablo de la esperanza o de los sueños. Los tienes. Por eso, no hay necesidad de que estés resentido conmigo. Shion, ¿qué es lo que esperas?

Vagabundos Lejanos

[Novela] Núm 6—Volumen 1, Capítulo 3, Parte I

 Capítulo 3:  Huida por la vida