A continuación de la parte I
...
—Shion. —Safu puso los codos sobre la mesa y cruzó las manos la una sobre la otra. Ella puso la barbilla sobre ellas y miró a Shion—. Te quiero preguntar algo.
—¿Qué?
—¿Hace cuatro años por qué no te inscribiste en el Currículo para Superdotados? —Era como si su pregunta lo calara. Shion rompió un pedacito del pastel de manzana débilmente dulce en las manos. El relleno rezumó sobre el plato.
—¿Por qué preguntas ahora?
—Porque quiero saber. Incluso desde un punto de vista objetivo, eras un estudiante estelar. Absorbías bien la información y sabías aplicarla. Todos los maestros tenían altas expectativas para ti.
—Me das demasiado crédito.
—Es la verdad. Los números lo demuestran. ¿Quieres que te muestre tu prueba de habilidades otra vez de hace cuatro años?
—Safu. —Tenía un sabor amargo en la boca. Se sentía como si estuviera brotando de lo más profundo de su cuerpo—. ¿De qué sirve preguntarme esto ahora? Hace cuatro años, decidieron que no estaba cualificado para el Currículo para Superdotados, así que perdí todos los privilegios especiales. No «elegí» no inscribirme, no «pude» hacerlo. Ahora trabajo para la Administración del Parque para pagar la matrícula, y estoy tomando clases de taller de la Agencia Laboral. Pero mi asistencia no ha sido buena, así que ni siquiera estoy seguro de poder graduarme. Así es la realidad. Así es la verdad de la que hablas, Safu.
—¿Y por qué perdiste tu privilegio?
—No quiero hablar de eso.
—Pero me encantaría que me lo dijeras.
Shion terminó de lamer la corteza de tarta de los dedos y cerró la boca firmemente. No quería hablar de eso. O, más bien, no pudo pensar en ninguna explicación que hiciera entender a Safu.
La razón fue simple: había protegido a un VC por la noche y lo había dejado escapar. La Agencia de Seguridad lo había descubierto. Les había parecido sospechoso que su madre Karan hubiera dejado apagado el sistema de alarma y que Shion hubiera dejado apagado el sistema de detección de objetos extraños en su propia habitación. Los sistemas de seguridad de cada casa se conectaban al sistema computacional de la Agencia de Administración Central y se podían rastrear fácilmente.
No había pasado ni una hora después de que Nezumi había desaparecido cuando los funcionarios de la Agencia de Seguridad tocaron a la puerta. Fue el comienzo de su interrogatorio largo y persistente.
—¿Sabías que era un VC, entonces?—Sí.—¿Por qué no llamaste a la policía de inmediato?—Pues...—Contesta mi pregunta. No es necesario apresurarte; solo danos una respuesta clara y precisa.—Se debió a que se veía de la misma edad que yo y se lesionó gravemente, así que me sentí apenado por él...—Así que empatizaste con este VC; no te pusiste en contacto con la policía, sino que más bien curaste sus heridas y le ayudaste a escapar.—Resultó así, sí.
El funcionario de investigaciones e interrogatorios de la Agencia de Seguridad se llamaba Rashi. Habló suavemente durante toda la reunión, sin alzar la voz ni una vez ni sin levantar el puño con violencia. Incluso le dio una palmadita amable en el hombro y le dijo —"Ha sido difícil, lo sé. Gracias".— cuando se acabó la investigación rigurosa de dos días y liberaron a Shion. Pero los ojos de Rashi nunca sonrieron ni una sola vez, y Shion se había dado cuenta. Incluso ahora, cuatro años después, aquellos ojos sin sonreír entraban en sus sueños, con su mirada que lo perfora. Se despertaba en la mañana perturbado y empapado en sudor.
Cuando pasó el huracán, a Shion y a Karan los expulsaron a las calles, bajo un cielo cegadoramente azul. No tenían dónde vivir ni un medio para ganarse la vida. El Currículo para Superdotados en la ecología de Shion se había convertido en algo más lejano e inalcanzable que las nubes que flotan en el cielo encima de ellos.
Una certeza y una firmeza que tenía en las manos ayer mismo, hace solo unos momentos, se habían esfumado. Se habían dispersado en los vientos, más delicadas que las hojas que había visto ser azotadas en la tormenta. Era un sentimiento de pérdida que estaba sintiendo por primera vez en la vida.
Núm. 6 no tenía un sistema de bienestar. Solo había un sistema jerárquico de seguros en función del nivel de contribución que unos pocos de ciudadanos que tenían que ofrecer a la ciudad. A Shion y a Karan, distando mucho de contribuir a la ciudad, los trataban como personas que no habían cumplido con su responsabilidad como ciudadanos. Estaban en el rango más bajo posible; eso significaba que, aparte de que se les permitía quedarse en la ciudad, estaban excluidos de cualquier ayuda o seguro.
«Élite de placa de Petri»: Nezumi había utilizado ese término esa noche, y fue cierto. Se dio cuenta de la importancia de ello después de haber sido expulsado de su contenedor cerrado y protegido. Núm. 6 no era nada más y nada menos que un sistema de castas. La dinámica vertical de la población se ordenaba perfectamente en una estructura piramidal. Una vez que se caía de los niveles superiores, no era fácil subirse de nuevo.
—Mírate, tan serio —Safu se rio—. Lo entiendo; si es tan difícil explicar, entonces no preguntaré.
—Lo siento. —Shion levantó una mano y bajó la cabeza disculpándose. Se sintió aliviado de que ella no le preguntara más. Los eventos eran lo suficientemente fáciles de explicar. Quería decirle a Safu, para que ella supiera sobre los eventos dramáticos que había puesto patas arriba su vida. Pero lo que no podía entender, pareciendo no poder encontrar las palabras para explicar, eran sus propios sentimientos. Incluso se sorprendió a sí mismo con lo poco remordimiento que sentía. Se sintió conmocionado por la fragilidad de su posición, y más de una vez se encontró acurrucado, sin poder luchar con su sentimiento de pérdida. Pero ahora, después de cuatro años de superarlo todo, reflexionó. ¿Qué haría si pudiera atrasar el tiempo a ese día, en su duodécimo cumpleaños? ¿Habría llamado a la policía? ¿Habría activado el alarma de seguridad? La respuesta siempre era «no».
Incluso si tuviera la oportunidad de volver a esa noche, habría hecho lo mismo. Habría albergado el viento y la lluvia y al intruso que vino con ellos. Lo sintió con certeza, y su certeza le hizo sentir cómodo. No era como si encontrara su vida más satisfactoria que antes; todavía tenía apegos profundos por la ecología, su ambiente de aprendizaje de última generación, su vida cómoda y, vergonzosamente, incluso por los premios, las palabras de elogio y ánimo y las miradas de admiración de las que fue el foco. Sin embargo, aun así, habría hecho lo mismo. Si aceptar a Nezumi significara su propia ruina, luego habría trillado hacia la ruina una y otra vez. No se arrepintió de lo que hizo, pero no pudo explicar por qué. Desde esa noche, otros huracanes vinieron y se fueron; escuchar los murmullos entusiasmados de las hojas en el viento, Shion no sentía arrepentimiento, sino que un sentido de añoranza. Era un deseo de verlo otra vez.
Shion no estaba seguro de poder explicárselo bastante bien a Safu; no tenía más remedio que quedarse en silencio.
—¿Nos vamos entonces, Shion? —Safu se puso de pie. El restaurante se había vuelto aún más concurrido, y ahora apenas podían oír las voces del otro.
—Te acompaño a la estación —se ofreció Shion.
—Por supuesto. Tendrías que ser realmente poco diplomático para dejar que una chica se vaya a casa sola, ¿no?
—Anda ya —replicó Shion—, los dos sabemos lo fuerte que eres, aunque parezcas pequeña y muy delgada. Y eres rápida. Siempre he pensado que eras más apta para las artes marciales que para la fisiología, en realidad.
Caminaron hombro a hombro por la carretera hacia la estación. Excluyendo algunos restaurantes, los negocios trasnochados estaban prohibidos en la ciudad. En cuestión de horas, las multitudes de personas que caminan por las calles iban a desaparecer. Shion le dio un empujón ligero en la espalda de Safu. Sus últimas palabras habían sonado algo desalentadas a sus oídos.
—¿Es esa la voz de alguien que ha aprobado los exámenes y que está a punto de irse de intercambio?
Safu levantó la cara y sonrió.
—Estás celoso, ¿verdad?
—Sí.
—Qué excesivamente veraz de tu parte.
—Sé fiel a ti mismo, sé amable a los demás. Ha sido mi lema hoy en día.
—Mentiroso.
—¿Eh?
—No estás celoso en absoluto.
Shion paró en seco. Safu lo miraba fijamente con una actitud desafiante. Justo cuando iba a llamar su nombre, de repente le agarraron el hombro desde atrás.
—Perdón.
Shion se dio la vuelta. Un hombre estaba parado allí sonriendo. Era más bajo por una cabeza que Shion y llevaba un uniforme de la Agencia de Seguridad. Era azul marino de arriba abajo y estaba hecho de una tela especial llamada superfibra, que tenía cualidades impresionantes para su aspecto común y corriente. Con durabilidad que era diez veces mayor que la de acero, servía bastante bien para un chaleco antibalas; a la vez, dejaba pasar el aire fácilmente para que la prenda pudiera respirar. Había un número creciente de estos funcionarios de policía uniformados de la Agencia de Seguridad cuanto más se acercaban a la Cuadra Oeste. Shion con calma quitó la mano del hombre del hombro y habló:
—¿Le puedo ayudar?
—Ah, pues... Solo quiero hacerles a ustedes dos un par de preguntas... ¿Cuántos años tienen?
—Dieciséis.
—¿Los dos?
—Sí.
—¿Ustedes saben que a los menores de dieciocho años se les prohíbe estar afuera después de las nueve¹?
—Sí, pero aún son antes de las ocho².
—Shion —susurró Safu bruscamente. Ella le decía que no discutiera. Pero el uniforme de la Agencia de Seguridad que estaba delante de él trajo recuerdos de los ojos de aquel funcionario de interrogatorio que se hacía llamar Rashi. En vez de sentirse intimidado, Shion se vio obligado a contraatacar.
—Sus tarjetas de DNI, ustedes dos, por favor —tal vez se había fijado en la actitud rebelde de Shion, ya que el hombre se quitó la sonrisa completamente de la cara y les exigió sus tarjetas de identificación sin expresión.
—Sus números de DNI, en orden.
—SSC-000124GJ.
—Qw-55142.
El hombre sacó las tarjetas de su lector de tarjeta portátil, y giró para hacerle una reverencia a Safu.
—Una estudiante del Currículo para Superdotados como usted misma no debería estar deambulando por estas zonas a una hora tan tarde. Le aconsejo que se vaya a casa.
—Estaba en camino... Estaba caminando a la estación.
—Permítame acompañarla hasta allá.
—Gracias, pero no; él va a hacerlo. —Safu se aferró al brazo de Shion.
—Voy a llevarla —dijo Shion de modo cortante—. Hacia allí nos dirigíamos desde el principio. Vámonos, Safu.
Arrancando las tarjetas del apretón del funcionario, Shion agarró la mano de Safu y se fue dando zancadas rápidamente. Cuando se dio la vuelta unos momentos después, el hombre ya había desaparecido en la multitud bulliciosa.
—Me asustó eso. —Safu se agarró el pecho—. Nunca en mi vida me ha regañado la Agencia de Seguridad.
—Ocurre a cada rato —respondió Shion—. Si no tuvieras tu tarjeta del Currículo para Superdotados, nos habría interrogado aún más.
—¿De veras?
—De veras —dijo Shion sombríamente—. Como el tren al que vas a subirte: con esa tarjeta de DNI, puedes circunvalar el vagón general y puedes viajar en el de clase especial. Así es la ciudad en la que vivimos. Todos se clasifican en categorías basadas en la habilidad, la riqueza y en todos estos factores.
—No hables de ella así —protestó Safu—. No «se clasifican» las personas como «se clasifican» la basura y la mercancía. Las personas son personas; son humanos.
—Safu, en esta ciudad, no importa si somos personas o no; importa lo útil que se sea para la ciudad. Eso es todo.
—Shion...
—Antes, me llamaste un mentiroso. No lo soy. Por supuesto que estoy celoso. Tienes todos tus privilegios, y se te permite estudiar todo lo que quieras. Estoy envidioso, Safu. Incluso estoy resentido contigo. Tienes todo lo que no tengo —Shion hizo una pausa y dejó salir una respiración larga. Había ido demasiado lejos. Fue vergonzoso, bajo, bochornoso y patético. Se chasqueó la lengua de frustración.
Safu suspiró también:
—Todavía eres un mentiroso.
—¿Eh?
—¿No me oíste? Todavía. Eres. Un. Mentiroso. Puedo agregar «grande» encima de eso, si quieres. Qué chico tan burro a quien que tengo entre manos.
—Safu, ¿qué? ... —Shion comenzó exasperado.
—Si realmente estuvieras celoso y resentido, no habrías podido soportar salir a comer conmigo. Pero tú, estás riendo, comiendo, manteniendo una conversación y estás mandándote un chiste como si fuera nada.
—Oye, tengo un poco de orgullo también. Obviamente, no voy a estar abiertamente celoso.
—Shion —dijo Safu con firmeza—, me especializo en las funciones cognitivas, la actividad cerebral y en su relación con las hormonas.
—Lo sé.
—Bien, porque si no lo hicieras, me habría puesto furiosa. No te lo he dicho una y otra vez para nada. Bueno —continuó ella rápidamente—, digamos que «estás» ocultando tu resentimiento y que finges estar pasando un buen rato conmigo. Sería de mucho estrés, ¿verdad?
—Supongo que sí... —respondió Shion incrédulamente.
—«Sería» de mucho estrés. Y cuando se siente estresado, las glándulas suprarrenales desprenden hormonas esteroideas llamadas corticosteroides que influyen en el cerebro. Y lo que hace a la actividad cerebral es...
—Vale, Safu, lo entiendo —interrumpió Shion—. Basta ya. Guarda tu sermoneo para la próxima vez y te escucharé con atención...
—Escúchame. No te sientes estresado; no estás resentido conmigo en absoluto. Shion, ¿qué es que quieres hacer?
—¿Eh?
—Si quieres continuar con tus estudios, puedes estar resentido conmigo. Pero no lo estás. Dijiste que tengo todo lo que no tienes. Entonces, ¿qué es que tienes? No puedes decir que no tienes nada —agregó ella apresuradamente—. La gente que no tiene nada... no... la gente que cree que no le queda nada, no puede sonreír como tú ni hablar como tú. Para que tus emociones no tengan ninguna influencia en tus acciones y para tener ese nivel de control perfecto, se necesita entrenamiento especial. No estás recibiendo entrenamiento especial. No creo que seas una persona demasiado emotiva, pero tampoco creo que tengas la capacidad de controlar el 100 % de sus emociones. La única razón por la que puedes tener conversaciones regulares conmigo y reírte en mi presencia se debe a que tienes un cierto nivel de seguridad emocional.
—Safu, lo que acababas de decir, toda es aproximación teórica³. Los humanos tienen emociones complejas. No son como ratas de laboratorio. No creo que se pueda explicar cómo las emociones influyen en las acciones de las personas tan fácilmente. Es arrogante creer que la ciencia puede explicar todo al respecto de la naturaleza humana.
Safu se encogió de hombros. Se acercaron a la estación.
—No sabía que querías volverte en un escritor.
—Safu —dijo Shion con cansancio.
—Entonces, digo esto en un contexto literario. La seguridad emocional... así que hablo de la esperanza o de los sueños. Los tienes. Por eso, no hay necesidad de que estés resentido conmigo. Shion, ¿qué es lo que esperas?
Notas de la traductora:
1. Las 9:00 p.m. es equivalente a las 21:00.
2. Las 8:00 p.m. es equivalente a las 20:00.
3. Se refiere a los marcos conceptuales que usamos para comprender y enseñar conocimientos específicos. Para aprender más: aproximación teórica
No hay comentarios:
Publicar un comentario