sábado, 30 de noviembre de 2024

[Novela] Núm. 6—Capítulo 1, Parte II

Como continuación a la parte I

...

—No te muevas —dijo. 

Era más bajo que yo. Asfixiado de abajo, me esforcé por echarle un vistazo a los ojos, que eran de color gris oscuro pero al mismo tiempo de color gris claro. Nunca había visto yo un color así. Se tensaron sus dedos. No se veía fuerte en absoluto, pero era completamente incapaz de moverme, que no era algo que una persona normal pudiera hacer. 

—Ya veo —logré decir con la voz entrecortada—. Acostumbras a hacer esto. 


El par de ojos grises no parpadeaba. Con su mirada aún fijada, se calmaron como la superficie suave del océano, en los que no pude detectar ningún color de amenaza, de miedo ni de intención homicida. Eran ojos muy tranquilos, y pude sentir que mi propio pánico disminuía. 

—Trato tu herida —dije, lamiéndome los labios—. Estás herido, ¿no? La trato. 

Pude verme reflejado en los ojos del intruso. Por un momento, sentí como si sus ojos me absorbieran. Aparté la vista, miré para abajo y me repetí: 

—Trato la herida. Tenemos que detener la hemorragia. Tratar. ¿Entiendes lo que digo, verdad?

El agarre en mi cuello se aflojó un poco. 


—Shion. —La voz de mi mamá se escuchó por el intercomunicador—. Tienes la ventana abierta, ¿no?

Inhalé. 

“Me sentí bien. Estaba bien”, me tranquilicé. 

Pude hablar con una voz normal. 

—¿La ventana? ... Ah, sí, está abierta. 

—Te resfriarás si no la cierras. 

—Lo sé. 

A mi mamá pude oírla reír al otro lado. 

—Cumples doce años hoy y sigues comportándote como un niño pequeño. 

—Ok, lo entiendo... Ah, ¿mamá?

—¿Qué?

—Tengo un informe que escribir. ¿Puedes dejarme en paz un ratito?

—¿Un informe? ¿No te acaban de aceptar en el Currículo para Superdotados?

—¿Eh? Oh... pues, tengo muchas tareas que hacer. 

—Ya veo... no trabajes en exceso. Baja a la hora de cenar. 


Los dedos fríos se me apartaron de la garganta, y mi cuerpo fue libre. Extendí la mano para reiniciar el sistema de control de aire. Me aseguré de mantener apagado el sistema de seguridad; si no lo hiciera, detectaría al intruso como presencia extraña y activaría una alarma estridente. Si la persona fuera reconocida como residente legítimo de Núm. 6, entonces no sucedería eso, pero no podía imaginar que este intruso empapado tuviera ciudadanía. 

La ventana se cerró, y el aire cálido comenzó a circular por la habitación. El intruso con ojos grises se desplomó a medias de rodillas, se apoyó contra la cama y soltó un respiro largo y hondo. Estaba debilitado considerablemente. Después de sacar el botiquín de primeros auxilios, primero le tomé el pulso, luego le abrí la camisa a tirones y empecé a limpiar la herida. 

—Esto... 

No pude evitar mirar fijamente. No estaba familiarizado con este tipo de lesión, que le había tallado un arco superficial en la carne de la articulación del hombro. 

—¿Una herida de bala?

—Sí. —Fue una respuesta informal—. Solo falló. ¿Cuál es tu término para esto? ¿Una herida por roce?

—No soy especialista; todavía soy estudiante. 

—¿Del Currículo para Superdotados?

—A partir del próximo mes. 

—Guau. ¿Alto CI¹, eh?

Había un matiz de sarcasmo en su voz. Levanté la vista de su herida y lo miró a los ojos.

—¿Te burlas de mí?

—¿Burlarse? ¿Al tiempo que me tratas? Nunca. Entonces, ¿cuál es tu especialización?

Le dije que me especializaba en ecología y que me acaban de aceptar en el Currículo para Superdotados. La ecología: tenía lo menos que ver con cómo tratar una herida de bala. Fue mi primera experiencia. Estaba un poco emocionante. A ver, ¿qué tengo que hacer primero? Desinfectar, vendar... Ah, sí, tenía que detener la hemorragia. 

—¿Qué haces?

Miró fijamente la jeringa que saqué del botiquín de desinfectante, y tragó saliva. 

—Anestesia local. Vale, ahí va. 

—Espera, espera un minuto. ¿Me la vas a anestesiar, y entonces qué?

—Coserla. 

Supuestamente, lo hube dicho con tal sonrisa que parecía que no podría haberlo estado disfrutando más, que era algo de que me había enterado mucho más tarde.

—¡Coserla! ¿Puede haber algo más primitivo que eso?

—Esto no es un hospital. No tengo instalaciones de última generación, y además, creo que una herida de bala es bastante primitiva en sí. 

El índice de criminalidad en la ciudad estaba infinitamente cerca del 0 %. La ciudad era segura, y no había necesidad de que el ciudadano promedio llevara un arma. Si lo hiciera, solamente sería para cazar. Dos veces al año, se levantaban las reglas para la temporada de caza, y con antiguas armas de fuego echadas sobre los hombros, los aficionados se aventuraban en las montañas del norte. A Mamá no le gustaban, diciendo que no entendía cómo la gente podía matar a los animales por placer, y no era la única. En los censos periódicos, el 70 % de los ciudadanos expresó su malestar por la caza como forma de deporte. Matar a los pobres e inocentes animales: qué violento, qué cruel... 

Pero la figura sangrante ante mí no era zorro ni venado, sino que era humano. 

—No lo puedo creer —me murmuré. 

—¿Creer qué?

—Que hay gente que disparará a otras personas... a no ser que... ¿No me digas que alguien del club de caza te disparó por error?

Se levantó el labio. Estaba sonriendo. 

—Club de caza, ¿eh? Pues, supongo que se puede llamarlos así. Pero no disparó por error. 

—¿Sabían que disparaban a un humano? Va contra la ley. 

—¿Lo es? En vez de a un zorro, da la casualidad de que cazaron a un humano. Una cacería. No creo que vaya contra la ley. 

—¿Qué quieres decir?

—Que hay los cazadores y los cazados. 

—No entiendo de lo que hablas. 

—Pensé que no lo harías. No necesitas entender. Entonces, ¿en serio me vas a administrar una aguja? ¿No tienes el anestésico de rociador o algo por el estilo?

—Siempre he querido intentar administrar una aguja.

Desinfecté la herida y administré el anestésico con tres inyecciones por el área herida. Me temblaron las manos un poco por los nervios, pero, de algún modo, transcurrió sin contratiempos. 

—Debe comenzar a adormecerse pronto, y entonces... 

—Vas a coserla. 

—Sí. 

—¿Tienes experiencia?

—Por supuesto que no. No me voy a dedicar a la medicina, pero tengo el conocimiento básico de la sutura de vasos. La vi en un video. 

—Conocimiento básico, ¿eh?... 

Respiró hondo y me miró directamente a la cara. Tenía labios finos y pálidos, mejillas macilentas y piel pálida y seca. Tenía la cara de alguien que no había vivido una vida decente. De veras se parecía a una presa animal a la que habían perseguido sin parar, cansado, sin lugar para huir. Pero sus ojos eran diferentes: no tenían emociones; aun así, pude sentir un poder feroz que emana de ellos. “¿Era la vitalidad?”, me pregunté. Nunca en mi vida había conocido a nadie con ojos tan memorables como aquellos, y aquellos ojos me miraban fijamente sin pestañear. 

—Eres extraño. 

—¿Por qué dices eso?

—Ni siquiera me has pedido el nombre. 

—Ah, sí. Pero tampoco me he presentado. 

—Shion², ¿verdad? ¿Como la flor?

—Sí. A mi mamá le gustan los árboles y las flores silvestres. ¿Y tú?

—Nezumi³. 

—¿Eh?

—Mi nombre. 

—Nezumi... No es. 

—¿No es qué?

Ese color de ojos no era el de ninguna «rata». Era algo más elegante, como... el cielo justo antes del amanecer... ¿No se veía así? Me sonrojé, avergonzado de sorprenderme hablando como algún mal poeta. 

A propósito alcé la voz: 

—Bien, ahí va. 

“Recuerda los pasos básicos de la sutura”, me dije. “Pon dos o tres hilos estables, y úsalos como hilos de soporte para hacer una sutura continua... Esto debe llevarse a cabo con el máximo cuidado y con precisión... en el caso de una sutura continua...”

Me temblaron los dedos. Nezumi me miró a las yemas en silencio. Estaba nervioso, pero también un poco emocionado. Estaba poniendo en práctica lo que solía ser el conocimiento de los libros de texto, y fue excitante. 

Con la sutura completada, le presioné un trozo de gasa limpia sobre la herida. Una gota de sudor se me deslizó por la frente. 

—Entonces, eres inteligente. 

La frente de Nezumi también estaba empapada con sudor. 

—Solo es que soy bueno con las manos. 

—No solo con tus manos, sino que también con ese cerebro tuyo. Solo tienes doce años, ¿verdad? Y vas a entrar en el Currículo para Superdotados de la más alta institución educativa. Eres superélite. 

Esta vez, no había indicios de sarcasmo, ni indicios de sobrecogimiento. En silencio guardé en su sitio la gasa y los instrumentos sucios. 

Hace diez años, obtuve el ranking más alto en el examen de inteligencia de la ciudad para niños de dos años. La ciudad ofrece a cualquiera que ocupe el puesto más alto en habilidad o en capacidad atlética con la mejor educación que pueda desear. Hasta los diez años, asistí a clases en un ambiente equipado con las últimas instalaciones junto con otros compañeros de clase como yo. Bajo la mirada de una lista de instructores expertos, nos dieron una educación robusta y a fondo de lo básico, después de lo cual se nos proporcionó a cada uno nuestro propio conjunto de instructores para movernos a un campo de especialización que nos convenía. Desde el día en que me reconocieron como el de más alto rango, me fue prometido el futuro, que era inquebrantable, y ninguna pequeña fuerza podría hacerlo desmoronarse; o sea, así era como se suponía que iba a ser. 


—Parece una cama cómoda —murmuró Nezumi, todavía apoyándose contra ella. 

—La puedes usar, pero primero cámbiate de ropa.

Le eché una camisa limpia, una toalla y una caja de antibióticos en el regazo de Nezumi. Y, entonces, por capricho, decidí hacer cocoa. Tenía suficientes electrodomésticos básicos de cocina en mi habitación para hacer una bebida caliente o dos.

—¿No exactamente de moda, no? —Nezumi esnifó mientras agarraba la camisa a cuadros. 

—Mejor que una camisa sucia que está rasgada y cubierta de sangre, si quieres saber mi opinión. 

Le pasé una taza humeante de cocoa. Por primera vez esta noche, vi lo que parecía un destello de emoción en sus ojos grises: placer. 

Nezumi bebió a sorbos y murmuró calladamente: 

—Deliciosa. 

»Está deliciosa. Mejor que tu sutura». 

—No es justo comparar así. Creo que salió bastante bien para mi primer intento. 

—¿Siempre eres así?

—¿Eh?

—¿Siempre te dejas bien abierto? ¿O es normal que todas las élites de los platos de Petri no tengan ninguna sensación de peligro? —Nezumi continuó, sosteniendo la taza con ambas manos. 

»¿Ustedes pueden llevarse muy bien sin sentir peligro ni miedo hacia los intrusos, eh?»

—Sí, siento peligro, y miedo también. Tengo miedo de las cosas peligrosas y no quiero tener nada que ver con ellas. También no soy tan ingenuo como para creer que alguien que entra por mi ventana del segundo piso es un ciudadano respetable. 

—Entonces, ¿por qué?

Tenía razón. ¿Por qué? ¿Por qué estaba tratando yo la herida de este intruso, e incluso dándole la cocoa caliente? Yo no era ningún monstruo de sangre fría, pero tampoco estaba repleto de compasión y benevolencia suficientes como para echar una mano a cualquiera que resultara herido. Yo no era ningún santo, y odiaba lidiar con problemas y riñas, pero había albergado a este intruso. Si la autoridad de la ciudad se enterara, yo estaría en problemas. Podrían verme como alguien a quien le falta prudencia. Si eso sucediera... 

Mis ojos se cruzaron con un par de ojos grises, y sentí que podía ver una pizca de risa en ellos, como si pudieran ver a través de mí, de lo que estaba pensando yo y como si se rieran de mí. Me agarré el estómago y le devolví la mirada. 

—Si fueras un hombre grande y agresivo, yo habría activado la alarma en ese momento y lugar. Pero eras bajo, y parecías una niña y estabas a punto de caerte, así que... así que decidí tratarte. Y... 

—¿Y?

“Y tus ojos eran de un color que jamás había visto. Y me atrajeron”, pensé.

—Y... Quería ver realmente cómo era coser un vaso sanguíneo. 

Nezumi se encogió de hombros y drenó el resto de su cocoa. Limpiándose la boca con el dorso de la mano, pasó una mano sobre las sábanas. 

—¿De veras puedo acostarme?

—Por supuesto. 

—Gracias. 

Esas fueron las primeras palabras de aprecio que escuché desde que entró a mi habitación.

Vagabundos Lejanos

[Novela] Núm. 6—Capítulo 1, Parte II

Como continuación a la parte I ... —No te muevas —dijo.  Era más bajo que yo. Asfixiado de abajo, me esforcé por echarle un vistazo a los oj...